Al igual que los magos preguntan: “¿Dónde está el que ha nacido?” (Mt 2,2), también nosotros
hemos de preguntarnos ¿dónde se manifiesta Dios? ¿Cuáles son los signos de la
manifestación de Dios? Pregunta que se hicieron los magos, que se hizo Herodes
y que continuamos haciéndonos nosotros hoy para poder descubrir la epifanía de
Dios.
Las indicaciones de lugar narradas en el evangelio del día 6 de
enero son dos ciudades: Belén y Jerusalén, y una casa. Por dos veces se nos
menciona Belén refiriéndonosla como un pueblo: “Jesús nació en Belén de Judea”, (Mt 2,1), “En Belén de Judea” (Mt 2,5) respondieron los jefes de los sacerdotes y los escribas a
Herodes, y la tercera ocasión nos especifica las características de este
pueblo, con las palabras del profeta Miqueas:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, ni mucho menos,
la menor entre las ciudades
principales de Judá;
porque de ti saldrá un jefe,
que será pastor de mi pueblo, Israel” (Mt 2,6)
El cambio realizado por Mateo de la cita profética sirve para evidenciar
la característica de ayer y hoy del lugar: la menor. Entre lo pequeño
escoge siempre Dios para manifestarse, por lo que pasa de ser, gracias a su
mirada, lo más insignificante a lo más importante. De ahí esas palabras
proféticas afirmando como lo pequeño y lo último recobra el primer puesto, lo
principal en la perspectiva divina.
Dios escoge Israel entre los más pequeños (Dt 7,7). Prefiere a
Ábel a Caín, por ser el segundo y significar “soplo, álito” (Gn 4,4). Elige a
David que es el más pequeño de los hermanos (1Sam 16,11). Dios escoge “lo pequeño y
despreciable del mundo, lo que no es”, nos dice
Pablo en su carta a los corintios (1Cor 1,28). Hoy también para
continuar reconociendo la presencia de Dios es necesario mirar en la dirección
adecuada.
En contraposición, la otra ciudad mencionada es
Jerusalén. Allí se esconde la estrella. No hay signos de la presencia de Dios.
Jerusalén, lugar que requiere el acercamiento a la Escritura para ayudar a
entender lo que sucede. Jerusalén, la ciudad más importante, incluso
religiosamente. La principal ante los hombres, donde habitan los que tienen
todo el poder: económico, social y religioso. Lugar dónde deciden eliminar y
acabar con quien encarna la manifestación definitiva de Dios: Jesús de Nazaret.
El lugar de los importantes, de los poderosos, de los que aniquilan al Justo,
de los que provocan la muerte de los inocentes, de los que crucifican al que
ama, al que libera, al que cura, al que manifiesta a Dios, al Salvador. Pero
donde no puede brillar la estrella, sino que se oculta; donde Jesús no hará
ningún milagro según la tradición sinóptica. En Jerusalén no puede nacer la
manifestación definitiva y plena de Dios.
En la casa, el tercer lugar mencionado en el
texto mateano (“entraron en la casa” Mt 2,11). No en ninguno
de los palacios de Herodes, ni en el templo de Jerusalén, sino en una casa está
Jesús. Ya anunció el ángel a los pastores qué características tenía ese
habitáculo: “encontraréis un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre”
(Lc 2,12, del evangelio de la misa de medianoche del día de Navidad). Jesús no ha
venido con el poder humano de majestad y fuerza, sino compartiendo la
existencia humana de los más pobres y humildes, la suerte de los necesitados y
últimos. Por ello serán los pastores los primeros en reconocerlo.
Después, los magos, los que están dispuestos a ir
allí dónde se manifiesta, donde está. Y continúa estando entre los pequeños,
sus hermanos, entre los últimos: "En verdad os
digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis”,
afirma el mismo Jesús en Mt 25,40. Hacia ellos han de ir dirigidas las obras de
misericordia que se nos piden en este Año Jubilar. Por amor, gratuitamente,
Jesús se identifica con ellos, al igual que por amor Dios se manifiesta, es luz
y nace para nosotros en el que sufre, en el enfermo, en el que vive solo, en el
hambriento, en el desnudo, en el que está en la cárcel, en el extranjero, en el
refugiado, en las víctimas de la injusticia, de la violencia, en el necesitado.
Pongamos nombre a esas situaciones y personas que
conocemos que pueden ser signos durante este Año Jubilar para indicarnos el
encuentro hacia la presencia y manifestación del nacimiento de Jesús.
Lorenzo DE SANTOS MARTÍN
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