martes, 12 de enero de 2016

Reflexiones sobre la Misericordia de Dios en Navidad. 2. ¿DÓNDE SE MANIFIESTA?

Al igual que los magos preguntan: ¿Dónde está el que ha nacido?” (Mt 2,2), también nosotros hemos de preguntarnos ¿dónde se manifiesta Dios? ¿Cuáles son los signos de la manifestación de Dios? Pregunta que se hicieron los magos, que se hizo Herodes y que continuamos haciéndonos nosotros hoy para poder descubrir la epifanía de Dios.

Las indicaciones de lugar narradas en el evangelio del día 6 de enero son dos ciudades: Belén y Jerusalén, y una casa. Por dos veces se nos menciona Belén refiriéndonosla como un pueblo: Jesús nació en Belén de Judea”, (Mt 2,1), En Belén de Judea” (Mt 2,5) respondieron los jefes de los sacerdotes y los escribas a Herodes, y la tercera ocasión nos especifica las características de este pueblo, con las palabras del profeta Miqueas:

“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, ni mucho menos,
la menor entre las ciudades
principales de Judá;
porque de ti saldrá un jefe,
que será pastor de mi pueblo, Israel” (Mt 2,6)

El cambio realizado por Mateo de la cita profética sirve para evidenciar la característica de ayer y hoy del lugar: la menor. Entre lo pequeño escoge siempre Dios para manifestarse, por lo que pasa de ser, gracias a su mirada, lo más insignificante a lo más importante. De ahí esas palabras proféticas afirmando como lo pequeño y lo último recobra el primer puesto, lo principal en la perspectiva divina.

Dios escoge Israel entre los más pequeños (Dt 7,7). Prefiere a Ábel a Caín, por ser el segundo y significar “soplo, álito” (Gn 4,4). Elige a David que es el más pequeño de los hermanos (1Sam 16,11). Dios escoge “lo pequeño y despreciable del mundo, lo que no es”, nos dice Pablo en su carta a los corintios (1Cor 1,28). Hoy también para continuar reconociendo la presencia de Dios es necesario mirar en la dirección adecuada.

En contraposición, la otra ciudad mencionada es Jerusalén. Allí se esconde la estrella. No hay signos de la presencia de Dios. Jerusalén, lugar que requiere el acercamiento a la Escritura para ayudar a entender lo que sucede. Jerusalén, la ciudad más importante, incluso religiosamente. La principal ante los hombres, donde habitan los que tienen todo el poder: económico, social y religioso. Lugar dónde deciden eliminar y acabar con quien encarna la manifestación definitiva de Dios: Jesús de Nazaret. El lugar de los importantes, de los poderosos, de los que aniquilan al Justo, de los que provocan la muerte de los inocentes, de los que crucifican al que ama, al que libera, al que cura, al que manifiesta a Dios, al Salvador. Pero donde no puede brillar la estrella, sino que se oculta; donde Jesús no hará ningún milagro según la tradición sinóptica. En Jerusalén no puede nacer la manifestación definitiva y plena de Dios.

En la casa, el tercer lugar mencionado en el texto mateano (“entraron en la casa” Mt 2,11). No en ninguno de los palacios de Herodes, ni en el templo de Jerusalén, sino en una casa está Jesús. Ya anunció el ángel a los pastores qué características tenía ese habitáculo: “encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12, del evangelio de la misa de medianoche del día de Navidad). Jesús no ha venido con el poder humano de majestad y fuerza, sino compartiendo la existencia humana de los más pobres y humildes, la suerte de los necesitados y últimos. Por ello serán los pastores los primeros en reconocerlo.

Después, los magos, los que están dispuestos a ir allí dónde se manifiesta, donde está. Y continúa estando entre los pequeños, sus hermanos, entre los últimos: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, afirma el mismo Jesús en Mt 25,40. Hacia ellos han de ir dirigidas las obras de misericordia que se nos piden en este Año Jubilar. Por amor, gratuitamente, Jesús se identifica con ellos, al igual que por amor Dios se manifiesta, es luz y nace para nosotros en el que sufre, en el enfermo, en el que vive solo, en el hambriento, en el desnudo, en el que está en la cárcel, en el extranjero, en el refugiado, en las víctimas de la injusticia, de la violencia, en el necesitado.

Pongamos nombre a esas situaciones y personas que conocemos que pueden ser signos durante este Año Jubilar para indicarnos el encuentro hacia la presencia y manifestación del nacimiento de Jesús.

 Lorenzo DE SANTOS MARTÍN

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