“¿Cómo es mi fe en
Jesucristo?”. Fue la pregunta que el Papa Francisco planteó en su homilía de
la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
El Pontífice se
inspiró en el Evangelio que reafirma que, para comprender verdaderamente a
Jesús, no debemos tener el corazón cerrado, sino que debemos seguirlo por el
camino del perdón y de la humillación. A la vez que insistió en que nadie puede
comprar la fe, y que se trata de un don que cambia la propia vida.
La gente hace de todo para
acercarse a Jesús y no piensa en los riesgos que puede correr con tal de
escucharlo o sencillamente rozarlo. Así lo subrayó Francisco basándose
en lo que escribe el evangelista San Marcos que narra la curación del
paralítico en Cafarnaúm. Era tanta la gente que se encontraba ante la casa
donde estaba Jesús que tuvieron que destapar el techo y desde allí bajar al
enfermo en su camilla.
El Papa comentó
que tenía fe, la misma fe de aquella señora que estaba en medio de la
muchedumbre cuando Jesús iba a la casa de Jairo y que tocó un borde del manto
del Señor para ser curada. La misma fe del centurión que pedía la curación de
su siervo. “La fe fuerte, contagiosa, que va adelante” – dijo el Santo
Padre – gracias, precisamente, al “corazón abierto a
la fe”.
Con el corazón cerrado no
podemos comprender a Jesús
De la vicisitud del paralítico,
el Obispo de Roma señaló que “Jesús da un
paso hacia adelante”. En Nazaret, al inicio de su ministerio, “dijo en la
Sinagoga que había sido enviado para liberar a los oprimidos, a los
encarcelados, para dar la vista a los ciegos… inaugurando un año de gracia”, es
decir un año “de perdón, de acercamiento al Señor. Inaugurar un camino hacia
Dios”. Pero aquí – dijo el Papa – da un paso más:
no sólo cura a los enfermos, sino que perdona sus pecados:
“Estaban allí los que tenían el
corazón cerrado, que aceptaban – hasta cierto punto – que Jesús fuera un
sanador. Pero, perdonar los pecados… ¡es fuerte! ¡Este hombre va más allá! No
tiene el derecho de decir esto, porque sólo Dios puede perdonar los pecados, y
Jesús, que sabía lo que ellos pensaban dice: ‘¿Yo soy Dios’? No, no lo dice.
‘¿Por qué piensan estas cosas? Porque saben que el Hijo del Hombre tiene el poder
– ¡es el paso hacia adelante! – de perdonar los pecados. Levántate, toma
tu camilla y queda curado’. Comienza a hablar con aquel lenguaje que en cierto
momento desanimará a la gente, a algunos discípulos que lo seguían… Es duro
este lenguaje, cuando habla de comer su Cuerpo como camino de salvación”.
Preguntémonos si la fe en Jesús
cambia verdaderamente nuestra vida
El Papa
Francisco añadió que
comprendemos que Dios viene a “salvarnos de las enfermedades”, pero ante
todo a “salvarnos de nuestros pecados, a salvarnos y a conducirnos al Padre.
Fue enviado por este motivo, para dar su vida por nuestra salvación. Y éste es
el punto más difícil de entender”, no sólo por los escribas. Cuando Jesús se
hace ver con un poder mayor al del hombre “para dar aquel perdón, para dar la
vida, para recrear la humanidad, mientras también sus discípulos dudaban… Y se
van”. Y Jesús – recordó – “debe preguntar a su pequeño grupo: ‘¿También ustedes
quieren irse?’”.
“La fe en Jesucristo. ¿Cómo es
mi fe en Jesucristo? ¿Creo que Jesucristo es Dios, es el Hijo de Dios? ¿Y esta
fe me cambia la vida? ¿Hace que en mi corazón se inaugure este año de gracia,
este año de perdón, este año de acercamiento al Señor? La fe es un don. Nadie
‘merece’ la fe. Nadie la puede comprar. Es un don. ‘Mi’ fe en Jesucristo, ¿me
lleva a la humillación? No digo a la humildad: a la humillación, al
arrepentimiento, a la oración que pide: ‘Perdóname, Señor. Tú eres Dios. Tú
‘puedes’ perdonar mis pecados”.
Que el Señor – fue la
invocación del Papa –, “nos haga crecer en la fe”. Y constató que la
gente “buscaba a Jesús para oírlo” porque hablaba “con autoridad, no como
hablan los escribas”. A la vez que añadió que la gente lo seguía porque curaba,
“¡hace milagros!”. Pero al final, “esta gente, después de haber visto esto, se
fue y todos se maravillaron y alababan a Dios”:
“La alabanza. La prueba de que
yo creo que Jesucristo es Dios en mi vida, que me ha sido enviado para
‘perdonarme’, es la alabanza: si yo tengo la capacidad de albar a Dios. Alabar
al Señor. Es gratuito, esto. La alabanza es gratuita. Es un sentimiento que da
el Espíritu Santo que te lleva a decir: ‘Tú eres el único Dios’. Que el Señor
nos haga crecer en esta fe en Jesucristo Dios, que nos perdona, nos ofrece el
año de gracia y esta fe nos lleva a la alabanza”.
(María Fernanda Bernasconi -
RV).
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