Como tercer pontífice que
atraviesa la puerta de este Templo Mayor, Francisco recordó que el 13 de abril
de 1986 el Papa Juan Pablo II, en visita a la misma sinagoga, acuño la bella
expresión “hermanos mayores”. “De hechos ustedes son nuestros hermanos y
hermanas mayores en la fe –dijo-. Todos pertenecemos a una única familia, la
familia de Dios, el cual nos acompaña y nos protege como su pueblo. Juntos,
como judíos y como católicos, estamos llamados a sumir nuestras responsabilidades
en esta ciudad, aportando nuestra contribución sobretodo espiritual y
favoreciendo la resolución de diversos problemas actuales.”
Después de referirse a la
conmemoración del 50 aniversario de la Declaración “Nostra aetate” del Concilio
Vaticano II, que hizo posible el diálogo sistemático en la Iglesia católica y
el judaísmo, el Obispo de Roma dijo que, “junto con las cuestiones teológicas,
no debemos perder de vista los grandes desafíos que el mundo de hoy tiene que
afrontar. Aquella de una ecología integral es prioritaria, y como cristianos y
judíos podemos y debemos ofrecer a la humanidad entera el menaje de la Biblia a
cerca del cuidado de la creación. Conflictos, guerras, violencias y injusticias
abren heridas profundas en la humanidad que nos llaman a reforzar el compromiso
por la paz y la justicia. La violencia del hombre sobre el hombre es una
contradicción en cada religión digna de este nombre, y en particular en las
tres grandes religiones monoteístas. La vida es sagrada, como don de Dios. El
quinto mandamiento del Decálogo es: “No matarás” (Éxodo 20,13). Dios es el Dios
de la vida y quiere promoverla y defenderla siempre; y nosotros, creados a su
imagen y semejanza, estamos llamados a hacer lo mismo. Cada ser humano en
cuanto creatura de Dios es nuestro hermano, independientemente de su origen y
de su pertenencia religiosa… Allí donde la vida está en peligro estamos
llamados todavía más a protegerla. Ni la violencia ni la muerte tendrán jamás
la última palabra frente a Dios, que es el Dios del amor y de la vida. Tenemos
que pedirle con insistencia para que nos ayude a practicar en Europa, en Tierra
Santa, en Oriente Medio, en África y en cada parte del mundo la lógica de la
paz, de la reconciliación, del perdón y de la vida”.
Francisco expresó que “el
pueblo judío, en su historia, ha debido experimentar la violencia y la
persecución, hasta el exterminio de los judíos europeos durante la Shoah. Seis
millones de personas, solo porque pertenecían al pueblo judío, fueron víctimas
de la más inhumana barbarie, perpetrada en nombre de una ideología que
pretendía poner al hombre en lugar de Dios. El 16 de octubre de 1943, más de
mil hombres, mujeres y niños de la comunidad judía de Roma fueron deportados a
Auschwitz. Hoy deseo recordarlos de modo particular: sus sufrimientos, sus
angustias, sus lágrimas no deben jamás ser olvidadas. Y el pasado nos debe
servir de lección para el presente y para el futuro. La Shoah nos enseña que es
necesaria siempre la máxima vigilancia para poder intervenir tempestivamente en
defensa de la dignidad humana y de la paz. Quisiera expresar mi cercanía a cada
testigo de la Shoah todavía viviente…”.
El Papa concluyó:
"Queridos hermanos mayores, tenemos que estar verdaderamente agradecidos
por todo lo que se ha sido posible realizar en los últimos 50 años, porque
entre nosotros han crecido y se han profundizado la comprensión recíproca, la
mutua confianza y la amistad. Recemos juntos al Señor, para que conduzca
nuestro camino hacia un futuro bueno, mejor. Dios tiene para nosotros proyectos
de salvación…” jesuita Guillermo Ortiz - RADIO VATICANA
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