lunes, 18 de enero de 2016

Amar a los enemigos en tiempos de terrorismo. "¿Seríamos capaces, si nos tocara de cerca?"

"Nuestra vida cristiana pasa por el Sermón de la Montaña"

Hace unos días, en la presentación del libro del Papa Francisco sobre la misericordia, el cineasta Roberto Begnini dijo lo siguiente: "Amar al enemigo es la frase más importante de la Humanidad". ¡Impresionante!
Un buen amigo creyente, a raíz de los atentados de París y del yihadismo, en un tono de ira me interrogaba sobre el amor a los enemigos: ¿Qué hacemos con esa página? A bote pronto le respondí no la podemos borrar. Ahí me quedé.
Humanamente no hay nada más antinatural que amar a los enemigos. Y lo de rezar por ellos es de nota. Pero este mandamiento está en el Sermón de la Montaña de Jesús, corazón de la vida cristiana y del carácter revolucionario de su mensaje (Mt 5, 43-45). Nuestra vida cristiana pasa por esa página como por otras que nos pueden parecer incomprensibles desde criterios puramente humanos.
Varias veces, Benedicto XVI, comentó este texto del evangelio: "¿Por qué Jesús nos pide amar a nuestros enemigos, es decir, un amor que sobrepasa nuestras capacidades humanas?". Se preguntaba en un Angelus en 2007. "En realidad, la proposición de Cristo es realista pues tiene en cuenta que en el mundo existe demasiada violencia, demasiada injusticia y que en consecuencia solamente podemos superar esta situación oponiendo un "plus" de amor y de bondad".
¿Qué significa tener la audacia de amar y rezar por el enemigo en tiempos de terrorismo? ¿Cómo se nos puede pedir amar y rezar por seres humanos que han destrozados impunemente vidas humanas inocentes? ¿Seríamos capaces de hacerlo si nos tocara de cerca? Muchas imágenes de barbaries cometidas nos vienen a la mente y al corazón al hacernos estas preguntas. Incluso, a muchos cristianos estas reflexiones les pueden parecer una frivolidad o un sarcasmo, después de algunos acontecimientos recientes o hechos históricos. Sin embargo, no podemos arrancar ciertas hojas del evangelio, que pueden molestarnos o inco modarnos.
Después de los atentados del 13 de noviembre en Paris, el grupo de Facebook, "Adopta un soldado de Daesh" ha tenido un éxito fulgurante. La página propone adoptar en su corazón un "yihadista" para rezar por él y para que se convierta al "amor". La idea es de una joven francesa, sin duda, atrevida.
Evidentemente, la dimensión afectiva y espiritual, que encarnan el amor y la oración, están profundamente enraizadas en la historia personal y colectiva de cada ser humano. Amar al enemigo no es una tendencia natural de ser humano, probablemente es más cierto lo contrario, el ojo por ojo, el odio y el deseo de venganza. El hombre sólo es difícil que pueda dar este paso hacia quien le ha hecho daño o desea hacérselo a él o a los suyos. Y, sin embargo Jesús insiste en el amor a los enemigos. ¿Cómo poder hacerlo? En primer lugar, reconocer nuestra incapacidad ontológica. Únicamente la obra transformadora de la "gracia" de Dios puede posibilitar esta acción. Vencer esa repugnancia es sólo obra del Espíritu Santo en nosotros, de manera procesual.
El primer paso podría empezar al cambiar nuestra mirada hacia la persona. Y este cambio podría ser la puerta del amor al enemigo, que sería pasar primero por la comprensión, no todavía la justificación. La comprensión es el camino hacia la "empatía" cristiana: ponerse en el lugar del otro, que es también hijo de Dios. Desde esta perspectiva se puede entender la oración por el enemigo. Es pedir que Dios cambie o haya cambiado su corazón para que no siga actuando de la misma manera. Así se convertirá en sujeto de la misericordia de Dios, como cada uno de nosotros lo hemos sido en otras circunstancias. Esta es la lógica cristiana de este mandamiento que nos resulta tan difícil.
El Papa Francisco, en una de sus homilías en Santa Marta nos dice: "Jesús nos pide amar a los enemigos -insistió-. ¿Cómo se puede hacer? Jesús nos dice: rezad, rezad por vuestros enemigos. La oración hace milagros; y esto vale no sólo cuando tenemos enemigos; sino también cuando percibimos alguna antipatía, alguna pequeña enemistad».
San Agustín (354-430), obispo de Hipona, en un discurso sobre la Cuaresma aconseja: "Invoca al Padre que está en los cielos y reza por tus enemigos, pues Saulo también era un enemigo de la Iglesia: rezaron por él y se convirtió en un amigo. Y si quieres saber la verdad, rezaron contra él, es decir contra su maldad, pero no contra su naturaleza. Reza tú también contra la maldad de tu enemigo, para que ella muera y pueda vivir él".
Evidentemente la lógica cristiana no pretende ser el Código Penal de una sociedad determinada. -en todo caso inspirarlo desde sus valores-. Por eso, las personas, que han tenido comportamientos terribles desde cualquier punto de vista, tendrán que asumir sus penas y el castigo que la sociedad les imponga. Pero en cristiano, aunque se encuentren en la cárcel, no podemos negarles el derecho al arrepentimiento y a la conversión, aunque la traducción de esto en términos carcelarios pertenecerá, lógicamente, a los jueces.

(José Luis Ferrando Lada).-

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