sábado, 9 de enero de 2016

El amor de Dios.


El amor de Dios en los creyentes hace posible y urge en ellos el amor a los humanos: Amor a Dios con todo el ser y amor al prójimo como a ti mismo. La práctica de la justicia y la atención a los pobres.
"Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor"  (1 Jn 4,8)
La irrenunciable y fundamental dimensión vertical de la espiritualidad cristiana comparte como irrenunciable y parte integrante de ella la dimensión horizontal hacia los humanos y en especial hacia los más necesitados.
Bastará que la "pobreza irrumpa en la conciencia de la Iglesia" y que la humanidad tome conciencia de la dimensión estructural y política de la pobreza, para que se descubra que la relación con los pobres forma parte de la relación con Dios y adquiere dimensión teologal.
Acostumbrados a escuchar cada día estas palabras  no nos hacemos idea de la novedad que constituyera cuando fueron anunciadas por primera vez en el mundo pagano en que se extendió el cristianismo.
Hay un dominico francés del siglo pasado que escribe:
" En el primer siglo de nuestra era se produjo este fenómeno extraordinario, el hombre creyó que Dios le amaba., es la  revolución más considerable de la humanidad, porque aunque se admitiera comúnmente que hay fuerzas superiores al hombre, de las que depende el orden del mundo y nuestra vida, a un pagano no se le pasó un momento por la cabeza que pudiera ser amado por Dios. Todo cambia, si el cargador del puerto de Corinto, si la prostituta, si el esclavo, se figuran que son amados personalmente por un Dios que les prepara, tras la muerte, una vida plenamente feliz.
Todo cambia, el sentido de la vida, la aceptación del sufrimiento, de la enfermedad, de la muerte, la resignación a la crueldad de los hombres, más aún, la aceptación más difícil de todas , la de resignarse a vivir, sobre todo, cuando la vida es dura para las personas"
Tiene plena razón: Con la revelación del Dios de Jesús nace una nueva forma de vida, se inaugura una nueva era religiosa para la humanidad y con ella se hace posible una vida, una espiritualidad que lo cambia todo de arriba a abajo y que explica la irrupción de novedad total inauguró el cristianismo.
"Lo viejo pasó, ha empezado lo nuevo" (2Cor 5,17)
"En Cristo hay una nueva criatura, un hombre nuevo" (Ef 2,15
Con un hombre nuevo, que entona una cántico nuevo, al que se le pide caminar en una vida nueva. Y una novedad que hace además la esperanza del día en que todo será nuevo.
"Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva", Apocalipsis, 21,1
   «Yo hago nuevas todas las cosas», Apocalipsis, 21,5


La raíz de esta novedad es Jesucristo, 

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