Al celebrar la audiencia
general del tercer miércoles de octubre en la Plaza de San Pedro y ante
miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa
Francisco prosiguió su catequesis semanal sobre la
familia, centrándose, en esta ocasión, en la fidelidad del amor.
Tras haber meditado en su catequesis
anterior acerca de las importantes promesas que los padres hacen a los niños,
el Santo
Padre, hablando en italiano, explicó que la entera realidad familiar se
funda sobre la promesa de amor y de
fidelidad que el hombre y la mujer se hacen recíprocamente.
La promesa conyugal se ensancha para
compartir alegrías y sufrimientos con generosa apertura
Promesa que, como dijo el Obispo de Roma, comporta el compromiso de acoger y educar a los hijos, ocuparse
de los padres ancianos y de los miembros más débiles de la familia, ayudándose
mutuamente para desarrollar las propias cualidades y aceptar las limitaciones.
Promesa que, además, se ensancha para
compartir las alegrías y los sufrimientos con generosa apertura, mientras, como
dijo el Papa, “una familia que se cierra en sí misma es como una contradicción,
una mortificación de la promesa que la hizo nacer y la hace vivir”.
Francisco también explicó que el
amor, como la amistad, deben su fuerza y su belleza al hecho de que generan un
lazo sin quitar la libertad. Y reafirmó que sin la libertad no puede existir la
amistad, el amor y el matrimonio.
De modo que la libertad y la fidelidad no
se oponen, sino que se sostienen mutuamente, tanto en las relaciones
interpersonales como en las sociales. Tanto es así que basta observar los daños
que producen la inflación de promesas no mantenidas en diversos ámbitos y la
indulgencia por la infidelidad a la palabra dada y a los compromisos aceptados.
El Papa Bergoglio afirmó que ninguna relación de amor, ninguna amistad, ninguna
forma de querer, llega a la altura de nuestro deseo y de nuestra esperanza, si
no llega a habitar “este milagro del alma”, que es la fuerza y la persuasión de
la fidelidad, que no dejan de encantarnos y de sorprendernos.
Y añadió que ninguna otra escuela puede
enseñar la verdad del amor, si no lo hace la familia, así como ninguna ley
puede imponer la belleza y la herencia de este tesoro de la dignidad humana, si
la relación personal entre amor y generación no se la escribe en nuestra carne.
Hacia el final de su catequesis el Papa
pidió que Dios nos conceda estar a la altura de semejante promesa e invitó a
rezar por los Padres Sinodales para que el Señor bendiga su trabajo.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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