A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir como él, al
servicio del reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más
digna y dichosa, los discípulos no terminan de entender el Espíritu que
lo anima, su amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de
su vida.
El relato de Marcos es muy iluminador. Los discípulos informan a Jesús de
un hecho que les ha molestado mucho. Han visto a un desconocido «expulsando
demonios». Está actuando «en nombre de Jesús» y en su misma línea: se
dedica a liberar a las personas del mal que les impide vivir de manera humana y
en paz. Sin embargo, a los discípulos no les gusta su trabajo liberador. No
piensan en la alegría de los que son curados por aquel hombre. Su actuación les
parece una intrusión que hay que cortar.
Le exponen a Jesús su reacción: «Se lo hemos querido impedir porque no es
de los nuestros». Aquel extraño no debe seguir curando porque no es
miembro del grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio
de grupo. Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar
en su nombre si no se adhiere al grupo.
Jesús reprueba la actitud de sus discípulos y se coloca en una lógica
radicalmente diferente. Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más
importante no es el crecimiento de aquel pequeño grupo, sino que la salvación
de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen
al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». El que hace
presente en el mundo la fuerza curadora y liberadora de Jesús está a favor de
su grupo.
Jesús rechaza la postura sectaria y excluyente de sus
discípulos que solo piensan en su prestigio y crecimiento, y adopta una actitud
abierta e inclusiva donde lo primero es liberar al ser humano de aquello que lo
destruye y hace desdichado. Este es el Espíritu que ha de animar siempre a sus
verdaderos seguidores.
Fuera de la Iglesia católica, hay en el mundo un número incontable
de hombres y mujeres que hacen el bien y viven trabajando por una
humanidad más digna, más justa y más liberada. En ellos está vivo el Espíritu
de Jesús. Hemos de sentirlos como amigos y aliados, nunca como adversarios. No
están contra nosotros pues están a favor del ser humano, como estaba Jesús.
José Antonio Pagola
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