martes, 22 de septiembre de 2015

A los sacerdotes, seminaristas y religiosos y religiosas: “Pobreza y misericordia: ahí está Jesús”

Hay una frase de San Ambrosio que conmueve mucho al Santo Padre, ‘donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez están solamente sus ministros’. Él mismo lo ha contado en su homilía en la oración de las vísperas en la Catedral de la Inmaculada Concepción y San Cristóbal en La Habana, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas. Y esta idea ha sido la conclusión de su discurso, en el que reflexionó sobre pobreza y misericordia.
Al llegar a la Catedral, y tras saludar y bendecir a los fieles reunidos en la plaza, el Santo Padre ha sido acogido por el rector, quien le acompañó a la Capilla del Santísimo.
En primer lugar intervino el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, a continuación una religiosa ha dado su testimonio y finalmente se ha rezado vísperas y el Papa ha pronunciado unas palabras.
Sor Yaileny Ponce Torres, hija de la caridad, ha hablado de su servicio en el Hogar de impedidos físicos y mentales “La Edad de Oro”. La religiosa ha indicado que el gesto de corazón que cada día quieren vivir en el trato con los pacientes y personal de servicio es “descalzarnos ante el misterio de Dios latente en la vida de aquellos, que a los ojos de muchos son invisibles, no cuentan, son valorados como carga inútil o despreciados por ser diferentes”.
Mientras, el cardenal Ortega quiso mencionar algo muy propio de la Iglesia de este país, “la Iglesia que vive en Cuba es una Iglesia pobre, y el abnegado testimonio de pobreza de nuestros sacerdotes diocesanos o religiosos, de los diáconos y las personas consagradas, es admirable”. Quizás, ha asegurado, sea precisamente la pobreza la que contribuye de modo singular a la solidaridad y fraternidad entre todos.
El Santo Padre, ha reconocido que tanto el cardenal como la religiosa han hablado “como profetas” y por eso ha decido dejar de lado el discurso que llevaba preparado e improvisar.
A propósito de la pobreza, el Papa ha señalado que el espíritu mundano no la conoce, no la quiere, la esconde, no por pudor, sino por desprecio. Ha advertido que “el espíritu del mundo no ama el camino del Hijo de Dios, que se vació a sí mismo, se hizo pobre, se hizo nada, se humilló para ser uno de nosotros”.
Del mismo modo ha hablado del peligro de estar apegado a la “mundanidad”. Y ha añadido que “la riqueza pauperiza, pero pauperiza mal, nos quita lo mejor que tenemos, nos hace pobres. Pobres en la única riqueza que vale la pena, para poner la seguridad en lo otro”.
El Santo Padre ha recordado el espíritu de pobreza, el espíritu de despojo, el espíritu de dejarlo todo para seguir a Jesús y “este dejarlo todo no lo invento yo, varias veces aparece en Evangelio”.
Asimismo, ha asegurado que “nuestra Santa Madre Iglesia es pobre. Dios la quiere pobre como quiso pobre a nuestra Santa Madre María”. Por eso les ha invitado a amar la pobreza como a madre.
Haciendo referencia al testimonio previo de la religiosa, el Pontífice ha hablado de “los últimos”, los “más pequeños”. Que --ha afirmado-- aunque sean grandes unos terminan tratándolos como niños, porque se presentan como niños. Así, ha explicado que aunque haya servicios pastorales más gratificantes, cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, “cuando sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa”.
Estos lugares son “donde la ternura y la misericordia del Padre se hace más patente, donde la ternura y la misericordia de Dios se hace caricia”, ha observado. Ha propósito ha reconocido "cuántas religiosas y religiosos queman y repito el verbo, queman, su vida acariciando material de descarte”.
Por todo ello, el Santo Padre ha dado las gracias a todos los consagrados que dedican sus vidas a los “más pequeños”.
También ha dedicado una reflexión a los sacerdotes. A ellos les ha pedido que no se cansen de perdonar. Les ha invitado a pensar cuando están en el confesionario que tienen “un tesoro en las manos que es la misericordia del Padre”.


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