Ningún cristiano vive ya en
Mosul. El 16 de julio del pasado año se tuvo la primera noticia de que las
casas y propiedades de los cristianos de la ciudad iraquí eran marcados con la
letra árabe Nun (N) por "Nazarenos". Ahora todos los cristianos se
han ido y las iglesias de la ciudad están cerradas, aunque algunas han sido transformadas
en mezquitas por el autoproclamado Califato Islámico, como la dedicada a san
Efrén y la de san José.
Iraq, Siria, Tierra Santa: la
presencia de los cristianos en todo Oriente Medio es hoy historia de
sufrimiento. La geografía de los países que los acogen se adelgaza en los
mapas. Los cristianos desaparecen de territorios enteros donde vivían desde la
primera difusión de los discípulos de Jesús.
Con el título "La terra perduta. Nel cuore dei cristiani del Medio Oriente", el periodista Matteo Spicuglia cuenta las vicisitudes de un territorio desconocido para la mayoría, el Tur Abdin, corazón del sudeste de Turquía, en el confín con Siria e Iraq.
Con el título "La terra perduta. Nel cuore dei cristiani del Medio Oriente", el periodista Matteo Spicuglia cuenta las vicisitudes de un territorio desconocido para la mayoría, el Tur Abdin, corazón del sudeste de Turquía, en el confín con Siria e Iraq.
Tur Abdin es una parola aramea
que en español se traduce "Montaña de los siervos de Dios", y que
reúne a las decenas de aldeas cristianas, las dos mil iglesias y los ochenta
monasterios activos en esta región desde los primeros siglos del cristianismo.
¿Cómo ha sucedido que esta tierra se despoblara de cristianos?
Una lengua antigua como la de Jesús
El Tur Abdin es la región de
referencia de los Siriacos, un pueblo antiquísimo, presente en la región desde
hace cuatro mil años, y entre los primeros en convertirse al cristianismo. Aún
hoy, los siriacos usan en los ritos y en el dialecto – el turoyo – una lengua
que desciende directamente del arameo, la lengua usada en los tiempos de Jesús.
A principios del siglo XX, los siriacos eran
más de 500.000, hoy no superan los 2.500. "La cultura siriaca – explica
Spicuglia - ha resistido a los árabes, a los Seleúcidas, a los turcos otomanos.
E incluso a los cruzados, a los persas, a los mongoles, a los bizantinos. Ninguno
consiguió acabar con este patrimonio antiquísimo.
Al menos
hasta el siglo pasado, el siglo de la espada para todas las minorías cristianas
de la región: los siro-ortodoxos y siro-católicos, pero también los armenios,
los asirios, los caldeos. Las masacres y el genocidio cristiano de 1915 fueron
un golpe durísimo".
Pero lo que supera
definitivamente a los cristianos es la lucha entre el gobierno turco y la
minoría kurda, sobre todo en los años 80: "Las revueltas por la
independencia reprimidas con sangre, la militarización de toda la región,
después el nacimiento del PKK, el Partido kurdo de los trabajadores y la guerra
abierta para responder al terrorismo. Pagaron todos, pero los cristianos algo
más porque se jugaban sus raíces, su tierra. Tierra amada y perdida".
Las presiones y las
discriminaciones contra la minoría cristiana por parte de la mayoría musulmana
se vuelven cada vez más fuertes y la gente comienza a irse. En Midyat, uno de
los centros principales, al comienzo del siglo las familias eran 1.500,
mientras que hoy no superan las 70. En Mardin, cuando se fundó la República
turca en 1923, el 70% de los habitantes era cristiano: ahora han quedado 85
familias y solo 65 hablan arameo.
Un monasterio
sin pueblo
La vida es difícil para los
muchos monasterios de la "Montaña de los siervos de Dios". El
monasterio de Mor Gabriel estuvo en el centro de una disputa judicial sobre la
propiedad de las tierras que lo rodean que parece haberse resuelto
positivamente solo en 2013, pero otros monasterios sufrieron restricciones de
sus propiedades.
A las puertas de Mardin está el monasterio
Deyrülzafarân, uno de los lugares de espiritualidad más importantes para los
siro-ortodoxos, con 1.500 años de historia. Está dedicado a san Ananías, pero
se llama así porque según una leyenda, los constructores mezclaron el azafrán
con la malta para obtener el color ocre que lo caracteriza.
Hasta 1932 hospedaba a
centenares de monjes; después, a raíz de las revueltas kurdas, el patriarca se
vio obligado a huir y se refugió primero en Mosul – la misma Mosul de donde el
ISIS ha expulsado a los cristianos – y después en Damasco, que es la sede del
actual patriarcado.
Hoy en el monasterio viven
treinta personas, pero la comunidad religiosa está formada sólo por un monje y
por el obispo de Mardin: mor Filuksinos Ozmen. "En un siglo – afirma – han
cambiado muchas cosas. Los que han escapado encontraron refugio en los países
vecinos. Nuestra gente ha conocido grandes sufrimientos. Basta mirar alrededor.
El nuestro es ya un monasterio sin pueblo".
Anah, Naile y
los demás
Los cristianos que dejaron el
Tur Abdin están diseminados entre Suiza, Suecia, Alemania, Holanda, Estados
Unidos, adonde hayan podido encontrar un lugar para empezar de nuevo. Las
jóvenes generaciones nunca han estado en Turquía, en Mardin o Midyat, pero sus
padres y madres llevan en el corazón el recuerdo de estos lugares a los que a
veces vuelven de visita.
Como Anah, que vuelve con sus nietas nacidas
en Alemania a volver a la casa en la que 35 años antes fue una joven esposa y
madre. La historia de los prófugos es igual en todo el mundo: la casa, el
corral, todo lo que fue construido fatigosamente con las propias manos fue
malvendido por la necesidad de huir, lo justo para pagar los gastos del viaje.
Sabri, que era orfebre, tuvo solo tiempo para
preparar de prisa una maleta: "Recuerdo que cerré la puerta y no lo pensé
más. Primero Estambul, después Australia. ¡Fuera! En Midyat ya no era posible
vivir, corrías riesgo a diario, lo más importante era salvar la piel. El resto
no contaba".
Lo mismo para Naile, que ha
rehecho su vida en Suiza, tras huir dejando atrás la vida acomodada de la
familia de un comerciante, con una casa grande y un negocio boyante. Como
afirma Naile: "Nuestra historia es increíble. Somos como un puñado de
granos de trigo en las manos de un agricultor. Cuando lo esparces en un campo,
no sabes qué va a ser de él. Un grano aquí, otro allá, uno comido por los
pájaros, uno plantado. A nosotros nos ha pasado lo mismo. No somos otra cosa
que granos de trigo".
Fuente: Aleteia
Fuente: Aleteia
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