viernes, 31 de julio de 2015

Ignacio y Teresa


Aunque ambos santos fueron canonizados el mismo día, Teresa no conoció personalmente a Ignacio de Loyola. Sin embargo, desde el principio, le atrajo el estilo y la labor pastoral de los jesuitas. Ya desde el monasterio de la Encarnación, en 1555, recién fundado el Colegio de san Gil por parte de la Compañía, en Ávila, Teresa contactó con ellos. A lo largo de su vida, la ayuda y el magisterio de los jesuitas serían decisivos para Teresa. Hubo un enriquecimiento mutuo por parte de ambas espiritualidades.
En 1982,  con motivo del IV Centenario de la muerte de la santa, el P. Ignacio Iglesias (s.j.) escribió un artículo en la revista Manresa, titulado «Santa teresa de Jesús y la espiritualidad ignaciana». En él, trazaba algunos puntos de contacto entre ambas espiritualidades. Podemos resumir así su interesante aportación:
  1. El primado de la oración. Para ambos, la oración está en la base de cualquier hacer. Los dos entienden también la oración contemplativa como una experiencia gratuita que Dios regala a la persona, que esta no produce. Para los dos,  orar es quehacer de amigos. «El coloquio se hace propiamente hablando así como un amigo habla a otro…» (EE, 54). El «gustar internamente», «conocimiento interno» tienen también resonancias en las obras teresianas.
  2. Cristología. Desde la Cristología de Ignacio, toda ella centrada en el conocimiento interno de la humanidad divina de Jesús «para que más le ame y le siga», resulta muy cercano el proceso de Teresa, su entusiasmo por la Humanidad de Cristo. La meta de la espiritualidad teresiana, el matrimonio espiritual, se lleva a cabo con la Humanidad de Cristo. Para Teresa, Cristo es el  Hijo, Maestro, Amigo, Esposo, Rey, Juez. Para Ignacio, es Señor, Rey eterno, Hijo, Capitán (término también usado por Teresa), Mediador, Cabeza. Teresa refleja más el mundo de la relación personal, Ignacio el del compromiso misionero.
  3. Espiritualidad misionera.  Ignacio y Teresa viven la Iglesia de su tiempo con una misma sintonía, reaccionando, como mujer o como varón, ante la realidad de una Iglesia turbada por divisiones internas y hostilidades externas, y abierta, por otra parte, al Nuevo Mundo necesitado de evangelización. Ambos perciben que la Iglesia, por mandato de Jesús, es para los hombres. Y por ello, su amor a la Iglesia se transformará en una preocupación concreta por la persona en su necesidad. El ansia misionera de Teresa bulle como componente de su propia espiritualidad, a pesar de las limitaciones que como mujer, tenía en su tiempo.
 Os invitamos a leer el contenido completo de este artículo.

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