Con razón se designa con
el nombre de amanecer o alba a toda la Iglesia de los elegidos, ya que el
amanecer o alba es el paso de las tinieblas a la luz. [...]
Pero, además, si consideramos la naturaleza del
amanecer o alba, hallaremos un pensamiento más sutil. El alba o amanecer
anuncian que la noche ya ha pasado, pero no muestran todavía la íntegra
claridad del día, sino que, por ser la transición entre la noche y el día,
tienen algo de tinieblas y de luz al mismo tiempo. Por esto, los que en esta
vida vamos en seguimiento de la verdad somos como el alba o amanecer, porque en
parte obramos ya según la luz, pero en parte conservamos también restos de
tinieblas. Se dice a Dios, por boca del salmista: Ningún hombre vivo es
inocente frente a ti. [...]
Y este puesto de la aurora no puede ser otro que la
perfecta claridad de la visión eterna. Cuando haya sido conducida a esta
perfecta claridad, ya no quedará en ella ningún rastro de tinieblas de la noche
transcurrida.
Este anhelo de la aurora por llegar a su lugar
propio viene expresado por el salmo que dice: Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? También Pablo manifiesta la prisa de
la aurora por llegar al lugar que ella reconoce como suyo, cuando dice que
desea morir para estar con Cristo. Y también: Para mi la vida es Cristo, y una
ganancia el morir.
De los tratados morales
de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job
(Libro 29, 2-4: PL 76, 478-480)
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(Libro 29, 2-4: PL 76, 478-480)
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