No quieras soportar injustamente la sombra de tu historia malversada. No
intentes huir de la voz que en lo más profundo de ti te dicta tu conciencia. No
te justifiques aplicando sobre tu zona oscura el argumento de tus obras buenas,
incluso generosas.
No eres juez y parte de tus días, necesitas que otro te responda, te acoja, te disculpe, te escuche, te objetive, te perdone. Es muy fácil creernos hasta héroes, cuando lo que somos en verdad es solo humanos, vulnerables y frágiles.
No eres juez y parte de tus días, necesitas que otro te responda, te acoja, te disculpe, te escuche, te objetive, te perdone. Es muy fácil creernos hasta héroes, cuando lo que somos en verdad es solo humanos, vulnerables y frágiles.
¡Cómo descansa el alma cuando sabe que
no arrastra las heridas incurables de manera clandestina, sino que alguien las
comprende y hasta echa sobre ellas el aceite bueno de la misericordia!
¡Qué distinto es recordar los hitos del
camino en los que se gustó el descanso, a la sombra de la posada samaritana, de
mantener la larga travesía del desierto, sin tregua ni alivio, sino solo
sacando por esfuerzo las etapas!
Hoy tienes a tu alcance la oferta
generosa, la que acontece en el puerto franco del perdón, donde no se te pide
otra cosa que el deseo de iniciar de nuevo la andadura. No temas que te
impongan el pago de aranceles portuarios, tan solo se te pide que vacíes tus
bodegas del peso clandestino y dejes el lastre que te oprime y dificulta
continuar la singladura de la vida.
Aquel que dio su vida por nosotros
permanece con los brazos abiertos, con sus palmas heridas, para demostrarnos
que comprende, por experiencia propia, nuestras llagas.
No es bueno el disimulo, ni el aparentar
que se es invulnerable. Si Jesucristo resucitado se muestra con las señales de
su Pasión, ¿cómo tú vas mostrarte exento de arañazos?
No hay mejor posibilidad de curación que
cuando se conoce la dolencia, y no hay mayor dificultad de tratamiento, que
cuando no se acepta la debilidad. Alguien cree que no existe la enfermedad si
se silencia, y se engaña.
Hoy, si te dejas curar, echar aceite en
tu herida, gustarás el gozo de la Pascua, el que acontece cuando se recibe el
beso de la misericordia divina por el que se renace.
Ángel Moreno de Buenafuente
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