Huyamos de aquí. Puedes huir en espíritu, aunque sigas
retenido en tu cuerpo; puedes seguir estando aquí, y estar, al mismo tiempo,
junto al Señor, si tu alma se adhiere a él, si andas tras sus huellas con tus
pensamientos, si sigues sus caminos con la fe y no a base de apariencias, si te
refugias en él, ya que él es refugio y fortaleza, como dice David: A ti, Señor,
me acojo: no quede yo derrotado para siempre.
Del tratado de san
Ambrosio, obispo, sobre la huida del mundo
(Caps. 6, 36; 7, 44; 8, 45; 9, 52: CSEL 32,192.198-199. 204)
(Caps. 6, 36; 7, 44; 8, 45; 9, 52: CSEL 32,192.198-199. 204)
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