viernes, 6 de marzo de 2015

LA EXPERIENCIA INTERIOR DE TERESA DE AVILA

Cautiva ese su decir en letras que hablan, humanizan y elevan; que nos invitan a participar de su diálogo a lo divino: abierto, cálido, vivaz. Practicado no con un Dios lejano o descomprometido, sino encarnado, humano. Diálogo entrañable y vigoroso tanto al abordar lo cotidiano como al tratar de empresas difíciles, la búsqueda de un rostro nítido para la Iglesia, por ejemplo. Porque Teresa de Avila sufrió desde dentro el dolor por las luchas ideológicas, el desconcierto y las rupturas al interior de la Iglesia.

            En este diálogo ininterrumpido, en el cual también Jesús se confiesa a Teresa como suyo, le comunica aquellos misterios ocultos desde los siglos en Dios y que sólo se revelan a los pequeños. Como a Ghandy quien después de recorrer el camino ascéptico y probar la experiencia contemplativa sólo afirma con seguridad que sus experimentos son “correctos”, no definitivos, menos aún únicos o exclusivos.

 Así es Teresa de Jesús, a quien debemos la más docta definición de humildad, “andar en verdad”. En sus diálogos está totalmente ella, la monja abierta a la modernidad, tan bien enraizada en el contexto histórico-espacial que le tocó vivir; encarnando los valores del humanismo hispano tanto como la tradición medieval, si bien elevándose por encima de sus condicionamientos.

            El lenguaje con el cual construye su obra literaria es el de la experiencia, por eso no dirá nada fuera de los que haya vivido. Aquí radica la actualidad y simpatía de su lenguaje para el hombre (la mujer)  de hoy a quien se le ha agotado la capacidad receptora de palabras y al parecer no soporta una más. En Teresa de Avila la palabra es vida, pues ella misma se nos comunica en sus escritos e insistentemente invita, sobre todo a quien no le crea, a emprender el camino y probar por sí mismo.

            Ahora bien ¿qué puede transmitir Teresa de lo experimentado, ella que como San Juan de la Cruz, tiene que inventar además el lenguaje que pueda aproximarse a sus vivencias? Porque resulta que ni los ojos ni el oído ni la mente humana están capacitados para captar aquellas dulzuras y paz y contento que Jesús quiso regalarle. Pero en un esfuerzo por transmitir estos estados de conciencia dirá:


Acaeciame… venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en El. Esto no era manera de visión… Suspende el alma de suerte, que parecía estar fuera de sí. Ama la voluntad; la memoria me parece está casi perdida, el entendimiento no discurre , a mi parecer, mas no se pierde; mas como digo, no obra si no está como espantado de lo mucho que entiende; porque quiere Dios entienda que de aquello que su Majestad le presenta, ninguna cosa entiende.

Mucho se ha ponderado el estilo suelto, gracioso y espontáneo de Santa Teresa, empezando por Fray Luis de León -primer editor de sus obras- a quien le resultaba “la misma elegancia desafeitada”. Sin embargo, poco se ha ahondado en cuáles son los elementos que están en juego y de cuya combinación resulta ese estilo libre y provocador de la Santa. Alicia Alamo Bartolomé en La Andariega esboza algunos elementos de análisis del lenguaje que pueden servir como punto de partida para un trabajo más amplio y fundamentado.

           Por otra parte, la plática coloquial, íntima, de Teresa de Jesús con el Dios de rostro humano, hace que a través de ella también lo podamos reconocer como asequible, muy cercano y vulnerable, tanto que se deja aprisionar por ella:

                          Esta divina prisión
                          del amor en que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón
y causa en mi tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

            Por su parte ya hacía tiempo que Teresa de Avila había determinado donarse por entero a El y a sus cosas y en esa unidad profunda, su historial personal no la vive sino como la historia de las misericordias de Dios. La exquisitez de sus diálogos llega a momentos cumbres cuando la experiencia se vuelve poesía:

                        Tirome con una fecha
                        enerbolada de amor
                        y mi alma quedó hecha
                        una con su criador.
                        Ya yo no quiero otro amor
                        pues a mi Dios me ha entregado,
                        que es mi Amado para mí
                        y yo soy para mi Amado.

            La inagotable capacidad relacional de Teresa de Jesús, quien era además muy amiga de sus amigos, permite al lector/ra ser copartícipe de su experiencia, no solamente por conocerla sino porque ella, persuadiendo con suavidad lo introduce en su aventura subyugante. Es entonces cuando nos sentimos atrapados/as en su vuelo e intuimos estar inmersos/as en algo más que la lectura. Esto es así porque , como hemos señalado, el arte de escribir en Teresa de Ahumada, forma parte de la propia vivencia.

            El mundo lingüístico creado por ella  representa el todo armónico que logró construir en la integración de las distintas facetas de su personalidad. Y la unificación se la da el amor: por él, muerte y vida ya no existen separadamente; su sentido eclesial ha encontrado canales de realización muy concretos; contemplación y servicio incondicional al hombre no tienen fronteras; experiencia mística y literatura aluden a la misma realidad.

            Teresa de Avila, mujer de fé, se lanzó a la aventura de lo absoluto y humanizada en la divinidad, ha sido definitivamente devuelta a los hombres.    


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