viernes, 9 de enero de 2015

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y EL TERROR EN EL MUNDO. De Willigis Jäger

Hoy día sabemos que la consciencia origina una energía a-causal que provoca y dirige también procesos físicos y psíquicos. En otras palabras: campos inmateriales son capaces de poner en movimiento procesos materiales en el cerebro humano y en el cuerpo. Más claro aún, las emociones y los pensamientos pueden materializarse.

Gracias a la biología molecular sabemos que las emociones, mediante los neurotransmisores, se pasean por el cuerpo, haciendo que enferme o se cure. El odio y las agresiones comienzan en nuestros corazones. Nos enferman a nosotros y a la comunidad humana.

Los buenos deseos, la benevolencia y el amor crean campos que ayudan, curan y ordenan. Las oraciones son buenos deseos. No surten efecto porque en algún lugar elevado haya un Dios que conceda algo porque se hayan rezado tres “Padres nuestros”, sino que la Realidad originaria Dios ha previsto que la estructura básica de la evolución se alimente de esa energía.

Guerra, refugiados, violaciones, asesinatos. ¿Hay alguna respuesta para todo esto? Sí, hay una respuesta, pero ésta no proviene de la política, sino de la profundidad de nuestro corazón, que puede ser un nido de maldades o un lugar de paz y de amor.

El amor auténtico no actúa de otro modo porque experimenta la unidad de la vida y se infligiría a sí mismo el mal que hace a otro. Ese amor abraza también a los adversarios, a los que nos odian, a los talibanes, a Osama Bin Laden, a los heridos, a las mujeres violadas y a los niños hambrientos. Abraza asimismo, a un presidente desorientado y a las víctimas de los atentados terroristas contra las torres de Nueva York. Pero no tiene nada que ver con compasión sentimental, se trata del Fondo originario mismo. El Fondo originario es amor. ¿Cómo se manifiesta este amor?

Quiero leeros un párrafo de un texto para que veáis lo que Jesús aconsejaba en una situación parecida. Le tocó vivir en una época en la que Israel estaba ocupado por los romanos. Había terroristas que se sublevaron. Conocemos el nombre de uno de ellos: Barrabás. Jesús no le siguió; es más, fue intercambiado por él más adelante cuando ambos fueron detenidos. Jesús murió en su lugar. Cuando Barrabás se sublevó, Jesús predicó lo siguiente: “Pero yo os digo a los que me escucháis; Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo no se lo reclames” (Lc 6,27)

Nuestro sentido común nos dice que esto es un idealismo erróneo. Se suele decir: “pensad en los campos de concentración, pensad en Afganistán, en los atentados terroristas, en el terror en nuestro mundo. Ningún orden social se puede basar en ese tipo de ética, los malvados se aprovecharían siempre y nos dominarían. Una sociedad basada en estos principios no funciona”.

Sin embargo, Jesús nos dice “Amad a vuestros enemigos, haced el bien, a los que os odien. Bendecid a los que os maldigan; rogad por los que os maltraten. Al que te hiera en una mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto, déjale también tu túnica”. Así sólo habla alguien que ha experimentado la unidad con todos los seres, porque ha experimentado que “el otro” no existe. Se ofrece a sí mismo la túnica y el manto.

Jesús está hablando aquí del desarrollo humano, de cómo rompemos las fronteras de la individualidad que nos aprisiona. Y nos lo muestra con ejemplos. Únicamente ese amor será capaz de presentar la otra mejilla, únicamente él será capaz de dar la túnica cuando se nos pide el manto. Pero esta postura no sería auténtica si proviniera del “buen comportamiento” o del “debes” y “tienes que”.

Quien no sea capaz de transcender su limitación personal, quien sea incapaz de abrirse al otro, no se comporta de acuerdo con la evolución, y cae enfermo. La estructura básica del cosmos es auto transcendencia. El científico Charon no tuvo reparos en utilizar el término “amor” en este contexto: amor, la estructura básica de la evolución. Nuestra sociedad está enferma de narcisismo; no es capaz de abrirse a lo Uno y a la totalidad. Ya no se comporta de acuerdo con la evolución. Aquí es donde se encuentra el origen del terrorismo y de la guerra.

¿Qué podemos contraponer a ello? Estoy plenamente convencido de que las revoluciones y el terrorismo no comienzan con las barricadas ni con las bombas, sino en el campo energético que crean las personas con su odio y sus agresiones.

Y viceversa: estoy convencido de que solamente se eliminarán del mundo el terrorismo, el odio y las agresiones mediante las energías de la paz y el amor.

Los conceptos anteriores nos sirven para explicar el significado de la oración y de los buenos deseos, y la eficacia de los pensamientos de paz y del lenguaje conciliador.

El cambio del mundo no comienza con leyes y, mucho menos, con guerras, comienza en nuestro fuero interno. Los ermitaños lo han sabido siempre, y nuestro camino contemplativo nos lo recuerda constantemente: “Nunca estas sentado solo. El cosmos entero está sentado”. El “efecto mariposa” comienza en tu cojín, comienza en tus pensamientos y sentimientos, y puede afectar al mundo entero.

Días atrás estuvimos hablando de la necesidad de volver a activar las energías femeninas que se han ido perdiendo en los últimos siglos. Hay que despertar en nosotros esas energías: cuidar, curar, intuir, compadecer, contemplar, sentir, ser afectuoso, entregarse, y amar.

El amor nos convierte en personas. Somos responsables de lo que irradia en nosotros. De nosotros siempre emana algo: benevolencia, compasión, rechazo, odio. El amor no comienza con la palabra y el abrazo; comienza en nuestros pensamientos y sentimientos. Quien ama es como Dios, dice san Juan, porque “Dios es amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él (1Jn 4, 16). “Quien ama, proviene de Dios y conoce a Dios”.


Despertemos ahora las energías del amor. Se convertirán en campos de ayuda y de curación que, en el momento adecuado y en cada caso concreto, se transformarán en actuaciones de ayuda y apoyo.

(Con ocasión del 11 de septiembre de 2001)

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