Lectura del santo
evangelio según san Mateo (13,54-58):
En aquel tiempo fue
Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada:
«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del
carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y
Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?» Y
aquello les resultaba escandaloso.
Jesús les dijo:
«Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.» Y no hizo allí muchos
milagros, porque les faltaba fe.
COMENTARIO DEL PAPA EMÉRITO BENEDICTO XVI: "Según las expectativas
judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente
Nazaret. Pero se muestra así la libertad de Dios, que sorprende nuestras
expectativas manifestándose precisamente
allí donde no nos lo esperamos. (...)
En nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva: el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con Él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: 'Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo' (Jn 4, 42)". (catequesis de la audiencia general del 4 de octubre de 2006).
En nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva: el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con Él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: 'Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo' (Jn 4, 42)". (catequesis de la audiencia general del 4 de octubre de 2006).
No hay comentarios:
Publicar un comentario