Domingo. Fiesta de la Eucaristía A : Jn 6,
51-59.
Durante
los primeros siglos del cristianismo Jesús en la Eucaristía , después de
la misa, se guardaba de una manera privada. Se hacía para que sirviera de
viático a los enfermos. Por el año mil o
poco antes hubo varios herejes que decían que Jesús no estaba realmente
presente en la Eucaristía
después de la misa, sino sólo en símbolo. Desde entonces la Iglesia fomentó la
adoración privada y solemne, haciendo sagrarios hermosos y custodias para la
adoración, hasta que por fin se instituyó esta fiesta del Corpus, precisamente
para fomentar la adoración eucarística.
La
ocasión fue un famoso milagro. Siempre ha habido milagros que han confirmado
esta verdad, muchas veces ocasionados por dudas de fe o por sacrilegios. Era el
año 1264 cuando un sacerdote, que dudaba de la presencia eucarística de Jesús,
fue a Roma, a la tumba del apóstol san Pedro, a pedir robustecimiento de su fe.
Al pasar por Bolsena y celebrar la misa, la Sagrada Forma
comenzó a destilar sangre hasta quedar completamente mojado el corporal. El
papa Urbano VI, que estaba en Orvieto, ciudad cercana, cuando comprobó el
milagro, instituyó la fiesta del Corpus y encargó los himnos de la fiesta a
Sto. Tomás de Aquino. Los hizo hermosos como el “Tantum ergo”. Aquellos corporales
se conservan aún en la catedral de Orvieto.
Algo
muy importante en la
Eucaristía , como nos señala san Pablo en la segunda lectura
de hoy, es el ser signo y compromiso de unidad. El comer el Cuerpo de Cristo
expresa el hondo sentido de una fe comprometida por la unidad, la fraternidad,
el amor, la solidaridad, la entrega a los hermanos por Cristo. Por eso la
comunión no es un rito o una devoción individual, sino que tiende a la unidad y
universalidad, porque al comulgar “formamos un solo cuerpo”. Al comer
dignamente el pan de la
Eucaristía nos alimentamos del mismo Dios. Por eso, como
fruto, debemos vivir más como Dios, que es misericordioso, solidario, paciente,
entregado. Los alimentos, por ser organismos inferiores a nosotros, se
transforman en nuestro cuerpo; pero Jesús, “el pan de vida”, por ser superior,
hace que nosotros nos podamos transformar en El.
Donde
hay pan partido y compartido, hay mucho de Dios. Dios quiso valerse del pan
para significar su amor a los hombres. Por todo ello hoy es día de la caridad.
Si se comulga dignamente y uno busca asemejarse a Cristo, tiene que estar uno
dispuesto a dejarse comer en el servicio a los hermanos. De una persona que es
buena se suele decir que es tan buena como el pan, porque el pan se deja comer,
y nos fortalece y nos hace crecer. Que esta fiesta del Corpus nos aumente
nuestra fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Que
cada vez que entremos en una iglesia, donde está el Santísimo, nuestra fe nos
impulse a una sentida y piadosa adoración, acrecentada hoy si le acompañamos en
la procesión, y que crezca con el alimento de la comunión, que nos impulse a
ser fermento de unidad en la
Iglesia.
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