En la primera parábola, Jesús compara el Reino de los Cielos con un tesoro escondido en el campo, el que lo encuentra para poder poseerlo debe comprar el terreno que contiene el tesoro. Entonces, lo vuelve a enterrar, vende todo lo que tiene y compra el terreno.
Así nosotros para llegar al Reino de los Cielos, debemos renunciar con alegría de las cosas mundanas por Jesús.
Pero sobre todo debemos renunciar de lo que nos aleja de él: demasiado amor al dinero, "Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero" (Mt 6-24), nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestra falta de caridad...
Si vaciamos nuestro corazón de nosotros mismos, éste podrá ser ocupado de Dios.
La diferencia de esta parábola con la de la perla fina, es que el hallazgo de la perla supone una búsqueda esforzada, el tesoro se presenta de improviso. Hay personas que se encuentran con la llamada de Dios de improviso, sin embargo, hay otras personas que notan que algo les falta en su vida y llegan a Jesús después de una larga búsqueda.
Una vez descubierta la perla o encontrado el tesoro, es necesario dar un paso más. La actitud que se ha de tomar es idéntica en ambas parábolas y está descrita con los mismos términos: va y vende cuanto tiene y lo compra; el desprendimiento, la generosidad, es condición indispensable para alcanzarlo.
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