martes, 31 de julio de 2012

La semilla y la cizaña


La semilla que el sembrador deposita en tierra, durante días, incluso semanas o meses, permanece escondida mientras se fecunda y fertiliza. Después, poco a poco, inicia una pequeña planta que con el tiempo acogerá a las aves del cielo, dará sombra al caminante cansado y lo alimentará con sus sabrosos frutos.

Cristo sembrador pasa junto al surco de nuestra vida y deja caer sus semillas de variadas virtudes. Aunque para nosotros es imperceptible, Él deposita en nuestros corazones el germen para ser caritativos, pacientes, humildes, fieles, sencillos, generosos. Con el sucederse de los meses y de los años nuestra personalidad se enriquece con las virtudes que afloran en nuestro comportamiento cotidiano en beneficio de los que nos rodean, familiares cercanos o personas con las que entramos en contacto.

Es inevitable que, junto con el buen fruto, surja en el campo de modo espontaneo abrojos y plantas silvestres que el buen agricultor quitará oportunamente para que los frutos se desarrollen con plenitud lozanía.

Discordias, malos entendidos, envidias, rencores, pereza, pasiones, deseos desordenados son las plantas silvestres que anidan en nuestra naturaleza y que afloran sin previo aviso. El buen cristiano acude a la confesión donde Cristo jardinero toma todas nuestras hierbas y actos malos y los arroja fuera de nuestra alma para que nuestro corazón brille como un campo limpio y abundante de frutos.
P. Clemente González

Señor, ayúdanos a quitar la cizaña que crece en nuestra vida, confiamos en tu ayuda  y en tu amor.

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