«Somos siervos inútiles». Seguramente el eco de estas palabras de Cristo no dejó de resonar en el corazón de los Apóstoles cuando, obedeciendo a su mandato, salieron a los caminos del mundo para anunciar el Evangelio. Iban de una ciudad a otra, de una región a otra, trabajando al servicio del Reino y conservando siempre en su interior la recomendación de Jesús: «Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer » (Lc 17, 10)...
Estas palabras de Jesús plantean algunos interrogantes que no es posible evitar: ¿Realmente hemos hecho lo que debíamos? ¿Y qué debemos hacer ahora? ¿Cuáles son nuestras tareas futuras? ¿Con cuáles medios y con cuáles fuerzas contamos? Las preguntas son complejas y, por tanto, la respuesta deberá ser articulada.
...En las palabras de Pablo, de un Pablo ya probado por los años, percibimos el eco del celo apostólico de toda una vida. Cuando es ya inminente el momento de su partida (cf. 2 Tm 4, 6), escribe a su discípulo:... «El Señor me asistió y me dio fuerzas para que por mi medio se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles» (2 Tm 4, 17).
Los que hoy deben continuar la obra de la evangelización, pueden hallar aquí luz y consuelo. Para esta obra, que es al mismo tiempo divina y humana, hay que recurrir a la fuerza del Señor... La nueva evangelización es una tarea inmensa: universal por sus contenidos y sus destinatarios, debe diversificarse en su forma, adaptándose a las exigencias de los diferentes lugares. ¿Cómo no sentir la necesidad de la intervención de Dios en apoyo de nuestra pequeñez?
... La fe impulsa siempre al servicio de los demás, considerados como hermanos. Y no puede haber testimonio eficaz sin una fe profundamente vivida, sin una vida enraizada en el Evangelio e impregnada de amor a Dios y al prójimo, a ejemplo de Jesucristo. Para el cristiano, dar testimonio quiere decir revelar a los demás las maravillas del amor de Dios, construyendo en unión con sus hermanos el Reino, del que la Iglesia «constituye el germen y el comienzo» (Lumen gentium, 5).
«Si tuvierais fe... Somos siervos inútiles...». La fe no busca cosas extraordinarias, sino que se esfuerza por ser útil, sirviendo a los hermanos desde la perspectiva del Reino. Su grandeza reside en la humildad: «Somos siervos inútiles... ». Una fe humilde es una fe auténtica. Y una fe auténtica, aunque sea pequeña «como un grano de mostaza», puede realizar cosas extraordinarias.
(De la homilía en Split (Croacia) el 4 de octubre de 1998)
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