Piden que se cuiden los signos externos –crucifijos, imágenes de la Virgen, Biblias, documentos papales– y la atención pastoral con celebraciones religiosas, confesiones y bendiciones. Los albergues deberán ser de donativo o con un precio muy asequible
El Camino de Santiago viene batiendo récords de peregrinos año tras año. Casi 280.000 llegaron en todo el año 2016. Aunque la gran mayoría confiesa que lo hace por motivaciones religiosas al llegar al destino, la realidad es que probablemente se reparten a partes iguales aquellos que camina con fe y los que no. Incluso el Instituto de Estudios Turísticos de Galicia decía en 2007 que los que de verdad lo hacían por motivos religiosos eran el 38%.
Por ello, en un nuevo encuentro de obispos españoles y franceses por cuyas diócesis pasa el Camino de Santiago, que se celebra esta semana en la capital gallega, insisten en una carta pastoral titulada Acogida y Hospitalidad en el Camino de Santiago en la necesidad de ofrecer al peregrino una hospitalidad cristiana. Porque, en su opinión, «la presencia de cristianos en el camino es primordial para mantener la tradición religiosa de la gran peregrinación a Santiago de Compostela y ser activos testigos de la fe en Cristo».
¿Y cómo hacer esto? Los prelados proponen, en primer lugar, cuidar los signos externos en los albergues. «Sin ser exagerados», dicen, tendrá que haber algún crucifijo, alguna imagen del apóstol Santiago, así como folletos que expliquen su vida. También imágenes de la Virgen, mejor si es bajo la advocación de la zona en la que esté situado. Y Biblias en varios idiomas y, si se quiere, ejemplares de los últimos escritos de los Papas. Añaden: «Pero también guías del camino, guías locales, anuncios relativos a la ciudad de Santiago, fiestas locales, novenas en varios idiomas…».
Del mismo modo, consideran oportuno que si hay una iglesia no muy lejos del albergue, esta sea ofrecida a los peregrinos para rezar. Así, piden al hospitalero cristiano que se coordine con el párroco y los feligreses para mantenerla abierta a determinadas horas e invitar a sus huéspedes. «Si es posible, se harán unas vísperas, una misa vespertina o una bendición del peregrino cuando salga, y se ofrecerá el sacramento de la Penitencia al que lo pida. El hospitalero cristiano avisará a los demás –no cristianos– por si acogen en sus albergues a peregrinos interesados. Si entre los caminantes hay algún sacerdote, se le pedirá que oficie una eucaristía y se avisará a los vecinos para que puedan participar», recoge la carta presentada este miércoles.
Los obispos se detienen asimismo en la figura del hospitalero cristiano que, dicen, «necesita una formación que le permita profundizar en la fe propia» y dar razón de ella, porque el mero hecho de estar bautizado y ser católico practicante «no es suficiente». «El hospitalero tendrá que responder a preguntas muy diversas sobre los fundamentos de su fe, sobre la Iglesia, sobre lo que es la religión, sobre la moral…», añaden.
Apuntan que su acogida abierta, fraternal y alegre, sin distinciones, incluso cuando el caminante esté de mal humor, tenga mal carácter o huela mal. «En cada peregrino verá a Cristo y lo acogerá en su casa», explican. También le piden esté disponible para el peregrino si este quiere hablar, con un espíritu de escucha, pero sin rechazar contestar si se le hacen preguntas directas. Finalmente, recomiendan que los albergues cristianos sean de donativo o pongan un precio muy asequible.
«La labor de los hospitaleros, de cada hospitalero, a lo largo del Camino de Santiago preparará progresivamente al peregrino a meditar, a reencontrarse a sí mismo, a descubrir a Dios en su interior. Para que, cuando llegue a la meta, cuando se termine su largo andar, encuentre la esperanza y, recibiendo los sacramentos, comprenda en lo más íntimo de su ser el significado de «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí».
Monasterios y casas religiosas
La carta pastoral también aborda la hospitalidad en monasterios y casas parroquiales, una realidad debe ser promovida y ampliada. En este sentido, los obispos dan claves para la atención en estos lugares: «Propondrán a los huéspedes seguir los oficios religiosos o monásticos, y guardar silencio. En algunos casos, pueden compartir mesa con los peregrinos, o proponer alguna conversación para explicar su vocación y escuchar al caminante». Para ello, piden que en cada monasterio haya un monje o monja dedicado a la acogida de peregrinos.
Fran Otero
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