jueves, 22 de junio de 2017

«Algunos se casan “mientras dure el amor”. No: ¡para siempre! Si no, no te cases».


El Papa Francisco ha dedicado su catequesis de este miércoles a la santidad. «Se puede ser santo en la vida de todos los días. ¿Debemos rezar todo el día? No, debes cumplir con tu deber todo el día: rezar, ir a trabajar, cuidar de tus hijos. Pero todo hecho desde el corazón abierto a Dios»
«No pensemos que ser santo es una cosa difícil, ¡que es más fácil ser delincuente que santo! No. Podemos ser santos porque el Señor nos ayuda». Sin hombres y mujeres místicos, que rechazan todo dominio, que aspiran a la caridad y la fraternidad y aceptan el sufrimiento, «el mundo no tendría esperanza. Por esto les deseo –y deseo también para mi mismo– que el Señor nos conceda la esperanza de ser santos». Con estas palabras ha concluido el Papa Francisco su catequesis de este miércoles durante la audiencia general, dedicada a la esperanza vivida desde la perspectiva de los santos y de nuestra llamada a alcanzar la santidad.
«Somos polvo que aspira al cielo –ha afirmado el Santo Padre–. Débiles en nuestras fuerzas, pero potente el misterio de la gracia que está presente en la vida de los cristianos». A continuación, ha reproducido uno de sus frecuentes diálogos catequéticos: «”Padre, ¿se puede ser santo en la vida de todos los días?”. “Sí, sí se puede”. “¿Pero esto significa que debemos rezar todo el día?”. No, significa que debes cumplir con tu deber todo el día: rezar, ir a trabajar, cuidar de tus hijos. Pero todo» –el trabajo, también el sufrimiento– «hecho desde el corazón abierto a Dios».
«No estamos solos»
Si el cristiano «no cree que las fuerzas negativas y disgregantes puedan prevalecer», es porque «en cada momento nos asiste la mano de Dios, y también la discreta presencia» de los santos, ha explicado además el Pontífice. Ellos nos demuestran que «la vida cristiana no es un ideal inalcanzable».
Además, nos hacen saber que «no estamos solos, la Iglesia está compuesta de innumerables hermanos, a menudo anónimos, que nos han precedido y por la acción del Espíritu Santo están involucrados» en nuestras vivencias. «Los santos de Dios están siempre aquí, escondidos en medio de nosotros. Y cuando alguien invoca a un santo o santa, es porque está cerca de él».
En los momentos centrales de la vida
Por eso se les invoca en los momentos centrales de la vida cristiana: en primer lugar, durante la celebración del Bautismo. También se pide su intercesión en el Matrimonio, pues la gracia de Dios y su ayuda es imprescindible «para poder vivir la vida matrimonial para siempre».
En este punto, Francisco se ha detenido: «Quien ama de verdad tiene la necesidad y el valor de decir “para siempre”. No como dicen algunos: “Mientras dure el amor”. No: ¡para siempre! Si no, es mejor que no te cases. O para siempre o nada». Cuando la fidelidad a esta promesa se haga difícil, «hace falta el valor para alzar los ojos al cielo, pensando en tantos cristianos que han pasado por tribulaciones y han conservado blancos sus vestidos bautismales, lavándolos en la sangre del Cordero».
La invocación a los santos se realiza también sobre los sacerdotes, cuando están tendidos en el suelo en el día de su ordenación. «Un hombre, que permanece aplastado por el peso de la misión que se le confía, pero que al mismo tiempo siente todo el paraíso en sus espaldas, que la gracia de Dios no faltará».
María Martínez López

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