El cristianismo cultiva una incurable confianza: no cree que las fuerzas negativas y disgregadoras puedan prevalecer. La última palabra en la historia del hombre no es el odio, no es la muerte, no es la guerra, porque en cada momento de la vida nos asiste la mano de Dios y la presencia discreta de todos los creyentes que nos han precedido en la fe. Así el Papa Francisco en la catequesis del miércoles 21 de junio, explicó cómo los santos son para nosotros testigos y compañeros de esperanza que demuestran que la vida cristiana no es un “ideal inalcanzable”, sino “posible con la gracia de Dios”:
“Nuestra vida como cristianos está marcada por la presencia poderosa de la mano de Dios que nos sostiene, y por la asistencia discreta de los santos, hermanos y hermanas mayores que han recorrido nuestro mismo camino, que han sufrido nuestras mismas penalidades y que viven ya para siempre con Dios: su existencia nos asegura que la vida cristiana no es un ideal inalcanzable, sino posible con la gracia de Dios”.
El Papa realizó un recorrido del camino de nuestra vida que realizamos en compañía de los santos, a partir del bautismo, en donde se realiza la primera intercesión:
“La carta a los Hebreos define la presencia de los santos en nuestra vida con la expresión «una nube ingente de testigos». Ellos nos rodean invisiblemente, y su compañía e intercesión se hace evidente en los momentos culminantes de nuestro caminar cristiano: como en el Bautismo, donde por primera vez se invoca su intercesión para que Dios nos ayude en la lucha contra el mal. En el matrimonio, para que conserve en el amor y la fidelidad a los esposos que inician el «viaje» de la vida conyugal. En la Ordenación sacerdotal, donde toda la Asamblea, guiada por el Obispo, implora su intercesión en favor del candidato. Y así, también en otras circunstancias de nuestra peregrinación”.
Francisco señaló que en los momentos difíciles es necesario tener coraje para elevar nuestra mirada al cielo y pensar en los muchos cristianos que, pasando a través de las tribulaciones, han custodiado blancas las vestiduras bautismales: esto es posible - dijo el Papa - teniendo presente que Dios nunca nos abandona, sino que cada vez que tenemos necesidad, un ángel suyo viene a levantarnos y a infundirnos su consuelo. Ángeles – añadió - alguna vez con un rostro y corazón humano: “Los santos de Dios están siempre aquí, escondidos en medio de nosotros”, afirmó.
Mientras que nosotros, polvo que aspira al cielo, débiles nuestras fuerzas, pero poderoso el misterio de gracia presente en nuestra vida, debemos mantener siempre viva la esperanza de ser santos, porque el mayor regalo que podemos dar al mundo es aquel de ser imagen de Cristo para este mundo:
Somos polvo, - dijo el Papa- amasados con el amor de Dios, y fieles a esta tierra amada por Jesús, que caminan decididamente hacia la patria definitiva, guiados por una sólida esperanza: “Que el Señor nos conceda la gracia de ser santos, de convertirnos en imágenes de Cristo para este mundo, tan necesitado de esperanza, de personas que rechazando el mal, aspiren a la caridad y a la fraternidad”, concluyó.
(Griselda Mutual - Radio Vaticano)
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