Poco después de la llegada al aeropuerto Cristoforo Colombo de Génova, donde el papa Francisco fue recibido este sábado por el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de la ciudad y por las autoridades civiles locales, se trasladó a la cercana empresa metalúrgica ILVA, donde llegó poco minutos después de las 8:30. Allí entró en un auto eléctrico y saludó a los varios miles de trabajadores que le esperaban y manifestaban con saludos calurosos.
Con un “Buon giorno a tutti“, el Papa inició sus palabras, interrumpido por un coro de “¡Francesco!”. Señaló con una cierta emoción: “Es la primera vez que estoy en Génova y tan cerca del puerto que me recuerda de dónde salió mi papá” hacia Argentina. Y concluyó este pensamiento con un “¡Gracias!”.
Estas preguntas sobre el mundo del trabajo, “quise pensarlas bien para responderlas bien”, dijo a la platea de trabajadores y empresarios, porque “hoy el trabajo está en riesgo, es un mundo en el que el trabajo no se considera con la debida dignidad que tiene y que da”.
“Hago una premisa: el mundo de trabajo es una prioridad humana” (aplausos) y por lo tanto es una prioridad cristiana, nuestra y también del Papa”, porque en el primer mandato, Dios le dijo a Adán: ‘Trabaja la tierra y domínala'”. Y recordó que Jesús fue un trabajador.
Elogió las palabras que le dirigió un empresario a su llegada y la creatividad y la pasión por la propia empresa: “El empresario es una figura elemental de una buena economía”, “son necesarios buenos empresarios” con “vuestra capacidad de crear” y es importante que sepan “reconocer la virtud de los trabajadores y trabajadoras”.
Y “los trabajadores tienen que hacer el bien el trabajo, porque debe ser bien hecho”. A veces se piensa, indicó el Papa, “que el trabajador lo hace porque es pagado”, y “este es un error, porque se trabaja también por dignidad y por honor”. Señaló además que el buen empresario “conoce a sus obreros porque trabaja a su lado”.
El Papa describió que “el buen empresario es antes de todo un buen trabajador”, que “comparte las fatigas del trabajo” y se esfuerza “para resolver problemas”. Y “si tiene que licenciar a alguien debe ser una decisión dolorosa”. Ningún buen empresario quiere licenciar a su gente, dijo, y “quien piensa en resolver el problema de su empresa licenciando gente no es un buen empresario, es un comerciante” que “hoy vende a su gente y mañana venderá su propia dignidad”.
“El empresario no va confundido con el especulador, son dos tipos diversos” aseguró e Pontífice. “El especulador es una figura similar a la que Jesús llama mercenario“, pues no aprecia a su empresa o a los trabajadores, solo “los ve como un medio para lucrar”.
“Licenciar, cerrar, desplazar una empresa no le crean problemas” al especulador, “porque usa y devora personas y medios”. Así, la economía pasa a ser “sin rostros” y “se vuelve una economía despiadada”. Francisco aseguró: “No hay que temer a los empresarios, porque hay tantos que son buenos, hay temer a los especuladores”. Aunque muchas veces “lamentablemente el sistema político favorece a los especuladores y no a los empresarios”.
Así, “las reglas pensadas para los deshonestos –indicó el Papa– acaban por penalizar a los honestos”. Aseguró que “hay tantos empresarios que aman a su empresa y a sus trabajadores”. Y concluyó con una advertencia: “Empresarios y trabajadores, estén atentos con los especuladores y con las reglas que favorecen a los especuladores y dejan a la gente sin trabajo”.
ZENIT
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