lunes, 1 de mayo de 2017

«El trabajador no es un simple recurso humano»


Este lunes, 1 de mayo, se celebra el Día del Trabajo, cuyo patrono es san José obrero. El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha aprovechado su alocución dominical en COPE para recordar que «el trabajo es mucho más que un factor de producción y el trabajador no es un simple recurso humano».
En su mensaje, el purpurado incide en que, «desde su nacimiento, el hombre y la mujer son convocados a un divino diálogo amoroso que durará toda la vida y que culminará en abrazo definitivo» y, en ese camino, «surge la posibilidad de desarrollar un proyecto personal, vivido como convocatoria singular y como tarea», donde el trabajo «juega un papel muy relevante».
«El quehacer humano es el instrumento de santificación cotidiano por excelencia. Y de ahí que el abuso sobre el trabajador, la ausencia de trabajo o su precarización no sean simplemente un ilícito laboral o la violación de un derecho; constituyen un pecado grave porque pretenden alejar al hombre de su vocación», agrega.
Vocación, principio de vida
El cardenal Osoro, que grabó el mensaje desde Roma –donde participó en el II Congreso Internacional de Acción Católica–, subraya que «esta reflexión no es tarea de especialistas sino que incumbe a toda la comunidad cristiana» y lanza tres propuestas:
En primer lugar, «urge integrar la vida de fe con la experiencia cotidiana del trabajo (incluso en la dolorosa situación de ausencia de empleo)». «Precisamos –continúa– desarrollar un auténtico Evangelio del trabajo que parta de la categoría de vocación como un auténtico principio de vida. Sabiendo que “la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios” (GS 19)».
En segundo lugar, «no podemos olvidar la prioridad del trabajo sobre el resto de factores del proceso productivo», ni que este «tiene una íntima vinculación con el plan de Dios sobre el género humano». «Comprender la grandeza de la dignidad del trabajo humano exige reconocer previamente la primacía de la persona sobre cualquier otra dimensión de la economía», añade; para luego pedir que se visibilice «la imagen de un Dios creador en cada hombre o mujer que trabajan, invitados a interactuar responsablemente con la naturaleza y a ser agentes de cambio en la historia».
«Resultan intolerables los niveles de desempleo (especialmente elevados entre nuestros jóvenes), o la circunstancia de que contar con un trabajo no siempre garantice una vida digna para el trabajador y su familia. La Iglesia apuesta no por cualquier trabajo, sino por un trabajo “libre, creativo, participativo y solidario” (EG 191), justamente remunerado y en el que el ser humano exprese y acrecienta la dignidad de su vida», asevera.
Por último, el arzobispo de Madrid señala que «hay que devolver al trabajo el ser un instrumento de la gracia del Señor que divinice y santifique la existencia personal y comunitaria». «El trabajo hecho con Dios y por Dios es obra humana que se torna divina. Las personas podemos dar a nuestras acciones, incluso a aquellas más rutinarias o aparentemente irrelevantes, un valor trascendente y sobrenatural. En el quehacer encontramos el anuncio anticipado de los nuevos cielos y la nueva tierra», concluye.

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