Al presidir el rezo de la oración mariana del Regina Coeli que en el tiempo de Pascua reemplaza al Ángelus, el Papa Francisco señaló que con la resurrección de Cristo, «la última palabra no es sepulcro, no es la muerte, sino la vida».
Así lo indicó el Santo Padre bajo un soleado mediodía de Roma en el llamado ‘Lunes del Ángel’, ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
«Desde que, en la aurora del tercer día, Jesús crucificado ha resucitado, ¡la última palabra no es más de la muerte sino de la vida! ¡La última palabra no es el sepulcro, no es la muerte, sino la vida!», exclamó Francisco.
«Por esto repetimos tanto: 'Cristo ha resucitado'. Porque en Él el sepulcro ha sido derrotado y ha nacido la vida», agregó.
“En este lunes de fiesta, llamado ‘Lunes del Ángel’, la liturgia hace resonar el anuncio de la Resurrección proclamado ayer ‘¡Cristo ha resucitado, aleluya!’ En el hodierno pasaje evangélico podemos escuchar el eco de las palabras que el Mensajero celestial dirige a las mujeres que llegaron al sepulcro: ‘Rápido, vayan a decirle a los discípulos que ha resucitado de entre los muertos’».
Esta invitación, dijo el Papa, está dirigida «a nosotros también» a «‘hacer rápido’ e ‘ir’ y anunciar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo este mensaje de alegría y esperanza».
Ante la fuerza de la resurrección del Señor, «que constituye la verdadera y propia novedad de la historia y del cosmos, estamos llamados a ser hombres y mujeres nuevos según el Espíritu, afirmando el valor de la vida. ¡Esto ya es comenzar a resurgir!».
«Seremos hombres y mujeres de resurrección si, en medio de las pruebas que afligen al mundo, a la mundanidad que aleja de Dios, sabemos dar gestos de solidaridad y acogida, alimentar el deseo universal de la paz y la aspiración a un ambiente libre de deterioro».
Se trata, precisó el Pontífice, «de signos comunes y humanos pero que, sostenidos y animados por la fe en el Señor resucitado, pueden adquirir una eficacia muy superior a nuestras capacidades».
«Sí, porque Cristo está vivo y obra en la historia por medio de su Espíritu Santo: rescata nuestras miserias, llega a todo corazón humano y devuelve la esperanza a quien está oprimido y sufriendo».
El Santo Padre hizo votos para que «la Virgen María, testigo silencioso de la muerte y la resurrección de su Hijo Jesús, nos ayude a ser signos claros de Cristo resucitado entre las pruebas del mundo, para que cuantos están en tribulación y en dificultades no sigan siendo víctimas del pesimismo, de la resignación, sino que encuentren en nosotros muchos hermanos y hermanas que ofrecen su sostenimiento y consuelo».
«Que nuestra Madre nos ayude a creer fuertemente en la resurrección de Jesús, admirable misterio de salvación, y en su capacidad de transformar los corazones y la vida».
El Papa también pidió la intercesión de la Madre de Dios para que «interceda de modo particular por las comunidades cristianas que están llamadas hoy en nuestro mundo a un testimonio más difícil y valiente».
«A cada uno de ustedes les auguro que pasen en la serenidad estos días de la Octava de Pascua, en la que se prolonga la alegría de la resurrección de Cristo», dijo luego.
Finalmente exhortó a tomar «cada buena ocasión para ser testimonio de la paz del Señor resucitado. ¡Buena y Santa Pascua a todos! Por favor, no se olviden de rezar por mí».
ACI/Walter Sánchez Silva
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