Carlos Osoro es un hombre inquieto. El cardenal de Madrid, que hace poco más de un mes recibía la birreta de manos del Papa Francisco, se muestra incombustible, con la agenda cargada, miles de mensajes que contestar poco a poco y la sensación de estar ante un reto mayúsculo: el de acompañar, como buen "peregrino", al Papa Francisco en su tarea de reformar la Iglesia.
Carlos Osoro nos recibe con un fuerte y prolongado abrazo, y dejando al lado móvil y reloj. Las tres horas (entre entrevista y comida) pasan en un suspiro, entre risas y confesiones mutuas. Sólo existes tú mientras estás con él. No es un caso singular, por más que quien esto escribe tenga a gala considerar al cardenal de Madrid un amigo. Muchos se sorprenderían si supieran los nombres de las personas a las que el arzobispo de Madrid ha recibido en las últimas semanas. Y es que Osoro no entiende de bandos, sino de un solo camino, el de los seguidores de Jesús. El de la Iglesia abierta, hospital de campaña, alegre... el del Evangelio.
Tal vez por eso se indigna cuando escucha que entre quienes más critican al Papa Francisco están aquellos -pocos, pero están- que juraron derramar su sangre por el Sucesor de Pedro. Aquí, el considerado por muchos hombre del Papa en España, es rotundo: "El Papa es el sucesor de Pedro, punto y aparte". Más a más: "La Iglesia es un cuerpo, nadie puede romperlo, y menos los que tenemos la misión de mantener su unidad".
Hace ya casi un mes desde que el Papa le entregó el anillo de cardenal. ¿Qué significa ser cardenal?
Ampliar el corazón y ampliar la mirada. Y haciendo esto, ayudar al Santo Padre, que tiene que mirar a todos los hombres y todas las situaciones en que las está la Iglesia en todas las partes de la tierra.
El colaborar con él en la inmediatez, supone también una oportunidad de gracia porque te exige abrir más tu corazón a todas las culturas, a todos los hombres, a todas las realidades eclesiales, a todas las realidades en las que hay que anunciar el evangelio, y ampliar la mirada, porque en el mundo, naturalmente, hay mucha más pluralidad, muchas más formas de pensar, de vivir, de ser y tienes que poder verlo con los ojos de Jesús.
Son momentos que viven muy pocas personas en la tierra: acercarse, arrodillarse y ver que el Papa le impone el capelo cardenalicio. ¿Qué se siente? ¿Qué pasa por la cabeza de Carlos Osoro en ese momento?
Pasa que en mi vida pude imaginar que me sucediese algo así. Es que ni en sueños. Y por otra parte, das gracias a Dios. Para mí es emocionante que el sucesor de Pedro, es decir Pedro, cuente contigo para que en lo que te pida ayuda, lo hagas, y vivas una intimidad de comunión profunda con él. Es un regalazo y yo lo vivo como una gracia, y como una exigencia y un compromiso también. No me siento digno, ni más que nadie. Al contrario. Pero es bonito ver cómo Dios cuenta contigo, a pesar de las pobrezas. Que no pone condiciones. El amor de Dios es incondicional, y lo ha hecho conmigo.
Un experto colaborador del Papa con un Papa distinto a lo que estamos acostumbrados, que está capitaneando un proceso de reformas en un mundo también en cambios, en el que está habiendo una tercera guerra mundial a trocitos, como él dice muchas veces, donde se está globalizando la insolidaridad, el descarte...
Tiene que asustar un poco, porque hay muchísimo que hacer para colaborar tan estrechamente en ese cambio.
Por una parte puede asustar. Por otra, uno ve cómo la historia de la Iglesia y de la vida de la Iglesia, no es ininterrumpida. Cuando ve a Juan XXIII abriendo el Concilio Vaticano II, diciendo en el discurso inaugural que la Iglesia tiene que pasar de ser una madrastra que va diciendo lo que está mal a ser madre que acompaña a los hombres, hasta el discurso de clausura del Concilio del padre beato Pablo VI...
Al que Francisco le debe mucho.
Le debe y se ha fijado. Yo creo que Evangelii nuntiandi es una plataforma en la que el papa Francisco ha situado también el ministerio y de alguna manera lee desde ahí el Vaticano II. Porque en el fondo, la Evangelii nuntiandi trata de poner en marcha el Vaticano II, que Pablo VI tan bellamente ha predicado. Y San Juan Pablo II continúa con la Dives in Misericordia.
Todo lo que nos ha dicho el Papa de la misericordia lo ha formulado San Juan Pablo II, y lo ha llevado a cabo con hechos concretos, no solamente dándonos afirmaciones de lo que supone el amor misericordioso de Dios, que son importantes, sino llevándolo a la práctica con gestos, con signos con tareas. Ha movido nuestra vida.
Y creo, además, por lo que decías antes del cambio época, que es real. Está. Y, por tanto, hay que mover la silla y eso cuesta a veces.
Y más en una Institución como la Iglesia, que lleva dos milenios entre nosotros. Esto no tienen parangón. Es la institución humana que más tiempo ha perdurado.
Y además con más capacidad, guiada por el Espíritu, por supuesto, para ver en cada momento cómo acercar el rostro de nuestro Señor a los hombres.
A veces los hombres, los cristianos, nos hemos confundido. Pero la Iglesia como tal siempre ha estado mirando qué camino tenían los hombres para, en concreto, en el camino que estaban, hacerles llegar la noticia de Cristo. Y esto es lo que el Papa hace, de una manera audaz y como un testigo privilegiado del Evangelio, porque él lo vive así.
El Papa es un hombre que tiene tantas horas de oración, que lo que dice lo ha pasado también por su corazón y su mente. Que las palabras que dice, no son palabras nacidas de él sino que nacen de la misma palabra de Dios. Uno lo ve en sus homilías, en las palabras que nos dirige en todo momento. Las que nos dirigió a los nuevos cardenales en la carta que nos escribe a los pocos días de nombrarnos: aceptad todas las felicitaciones que os den, pero tened cuidado, no os mundaniceis.
A mí, esto me ha llevado a lo que te decía antes, que el ser cardenal ni es un honor, ni un prestigio, ni ser más que otros. Es una llamada a la conversión, a ampliar tu corazón para hacerlo más grande y que entren todo los hombres. Y ampliar la mirada. Y eso, el Papa lo hace muy bien.
Jesús Bastante
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