La esperanza puede ser una actitud positiva en quienes son optimistas por temperamento o porque en la vida han tenido suerte y todo les va bien. Pero esta esperanza, aunque ayuda, no es la virtud teologal que espera contra toda esperanza.
La esperanza cristiana se funda en la Palabra de Dios, en sus promesas, en la fidelidad que Él nos asegura con su Palabra dada. Desde esta referencia, aun en el caso de sufrir pruebas, oscuridades, tentaciones, el creyente soporta la intemperie y espera en silencio la salvación de nuestro Dios.
Tenemos en María, la Madre de Jesús, el mejor ejemplo de quien supo esperar y puso en Dios su confianza, cuando el Ángel le anunció su maternidad. Ella es portadora de la mayor esperanza, madre de la esperanza, del Hijo de Dios, Salvador del mundo.
El salmista nos invita a no desfallecer en la prueba: “Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor, que volverás a alabarlo” (Sal 26).
Hoy muchas personas celebran su onomástica, y la Iglesia en el rito hispano - mozárabe honra a la Madre de Dios con fiesta mayor y solemnidad. Nos sumamos a la felicitación de la Iglesia a María, al mismo tiempo que nos sentimos bendecidos por su próximo alumbramiento.
José Antonio Moreno de Buenafuente
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