martes, 20 de diciembre de 2016

El Papa invita a «encontrar un momento para detenernos» para descubrir el verdadero sentido de la Navidad



Contemplar el Pesebre nos ayuda a «entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, que se acerca –el Dios con nosotros, cercano a nosotros–», dijo Francisco en el último Ángelus dominical de Adviento
Último Ángelus dominical de Adviento en la plaza de San Pedro. «El próximo domingo será Navidad. En esta semana tratemos de encontrar un momento para detenernos, para estar un poco en silencio, e imaginar a la Virgen y a San José mientras van a Belén», aconseja el Papa. Tiempo para imaginar «el camino, la fatiga, pero también la alegría, la conmoción, y luego su ansiedad por encontrar un lugar, su preocupación…».
Haciendo esto, «nos ayuda mucho el Pesebre» para «entrar en la verdadera Navidad, la de Jesús, que se acerca –el Dios con nosotros, cercano a nosotros–, para recibir la gracia de esta fiesta, que es una gracia de cercanía, de amor, de humildad y de ternura», dijo Francisco al término de la oración mariana, en la recordó también «el diálogo en la República Democrática del Congo» y pidió rezar para que «se desarrolle con serenidad, para evitar todo tipo de violencia y por el bien del país».
Previamente, al comentar el pasaje evangélico del día, el Papa recordó que María y José «han sido los primeros en acoger a Jesús mediante la fe», y ellos por tanto «nos introducen en el misterio de la Navidad. María nos ayuda a colocarnos en actitud de disponibilidad para acoger al Hijo de Dios en nuestra vida concreta, en nuestra carne. José nos insta a buscar siempre la voluntad de Dios y a seguirla con total confianza».
A ese mismo «Dios que se acerca yo le abro la puerta –al Señor– cuando siento una inspiración interior, cuando siento que me pide hacer algo más por los demás, cuando me llama a la oración», añadió el Papa. «Dios-con-nosotros, Dios que se acerca. Que este anuncio de esperanza, que se cumple en Navidad, lleve a cumplimiento la espera de Dios también en cada uno de nosotros, en toda la Iglesia, y en tantos pequeños que el mundo desprecia, pero que Dios ama y a los cuales se acerca».
Alfa y Omega

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