miércoles, 16 de noviembre de 2016

Reflexión del arzobispo de París a un año de los atentados

El arzobispo de París (Francia), cardenal André Vingt Trois, presidió una Misa en la que recordó los atentados del 13 de noviembre de 2015, en los que murieron más de 130 personas, y aprovechó para hacer una profunda reflexión sobre el fin del mundo.
En la homilía de la Misa que presidió el domingo 13 de noviembre en la Catedral de París, el cardenal meditó en el pasaje del Evangelio de San Lucas en el que Jesús habla del fin de los tiempos.
«La manera en la que Jesús reacciona a este asunto es particularmente importante para nosotros. Nos hace descubrir que lo que debe conducir nuestra vida no es imaginar lo que será el fin, sino afrontar a lo que es el presente», resaltó el purpurado.
«Imaginar un fin del mundo al modo de la ciencia ficción puede generar buenas series de televisión, ¡pero así no se vive! Cristo nos dice: el fin del mundo no es un acontecimiento indefinido, ¡es ahora! Hoy disponemos en el mundo, como lo conocemos, de todos los signos de la precariedad de nuestra historia, de la violencia que puede surgir entre los pueblos, de las catástrofes que pueden ocurrir».
Los atentados ocurridos el año pasado, dijo el cardenal, «han sido también un signo revelador de esta precariedad en la que vivimos. Habituados como hemos estado a las varias décadas de paz en nuestro territorio, la irrupción violenta y salvaje de la muerte nos ha hecho reflexionar, nos ha ayudado a tomar consciencia de los límites en los que se desarrolla la vida».
Ante las tragedias que se viven en el mundo y que la humanidad ha sufrido a lo largo de la historia, con los atentados de noviembre de 2015, el arzobispo cuestiona la reacción de los cristianos y si «tenemos acaso en nosotros la capacidad de comprender que estos acontecimientos, además de la gravedad de su realización concreta, son un signo de la fragilidad de nuestra vida».
«¿Tenemos la sabiduría de comprender que a través de estos acontecimientos, algo está en camino de cumplirse? Algo que no conocemos aún, de lo que no vemos el plan completo, pero que la fe en la Palabra de Dios nos permite vivir no como el fin del mundo sino como una etapa en la relación que la humanidad está llamada a renovar con Dios poco a poco».
De algún modo, continuó el cardenal Vingt Trois, «nuestra capacidad de afrontar las dificultades de la existencia, no solo cada uno por sí mismo sino afrontarlas juntos, haciendo eso la paz y la serenidad son un testimonio».
«Si creemos verdaderamente que Dios no abandona a su pueblo, si creemos verdaderamente que Dios no abandona a los hombres, si creemos en esta palabra de Cristo ‘ni un cabello de nuestra cabeza se perderá’, no podemos convertirnos en pueblos de angustia. Solo podemos convertirnos, con la ayuda de Dios, en el pueblo de la serenidad y la paz».
Sobre el miedo, el cardenal dijo que es lógico experimentarlo porque es humano, pero reiteró que por encima de ello debe primar en la persona la certeza de que «Dios no nos abandona».
Tras señalar que “no somos una humanidad perdida, ni un pueblo sumido en el temor, ni un pueblo de víctimas”, el arzobispo de París enfatizó que «sí somos un pueblo de hijos, un pueblo habitado por la fuerza de Dios, y es esta fuerza la fuente de nuestra confianza. Es esta fuerza la que debe convertirse en la fuente de nuestra paz».
«Es esta fuerza la que debemos poner el servicio de todos para tratar, si se puede, de pacificarlos, de reconfortarlos, de devolverles un poco la esperanza y no dejar que se abandonen al juego de la masacre y el terror». «Es por vuestra perseverancia lo que les guardará la vida», destacó el cardenal Vingt Trois.
El recuerdo de las víctimas de los atentados
Lo primero que debe hacerse en esta conmemoración, dice el cardenal, es «rezar por las víctimas, los que han muerto en estos atentados, los miembros de sus familias, sus amigos, que viven con el futuro de este suceso terrible, lo que llevan aún las secuelas en su carne».
«También rezamos por el personal de servicio del orden y de los servicios de seguridad que han sido muy solicitados en estos momentos difíciles, y que siguen haciéndolo como lo pueden constatar al venir aquí».
El purpurado dijo que deben estar más unidos que nunca y orar «para fortificar esta capacidad de afrontar juntos las dificultades, para no instrumentalizarlas como argumento de combate político sino para vivirlas como una prueba común que va más allá de los compromisos, las convicciones de cada uno y que requiere de todos la capacidad de asumir la realidad como gente libre y fuerte».
ACI

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