lunes, 15 de agosto de 2016

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA A LOS CIELOS


Sube, Señora, donde está tu Hijo. Asciende tú, la gloriosa, Santa María, pero si tu Hijo, estando en la cruz, nos dejó su túnica, la que tú le hiciste, no te olvides de quienes seguimos peregrinos en este valle, tantas veces oscuro, y cúbrenos con tu manto.
Tú, la Madre de Misericordia diste de mamar al mismo Hijo de Dios. Tú fuiste la artesa del Pan Santo, y en Belén te hiciste la mejor panadera. No dejes de ser, como en Caná, la mujer que consiguió de su Hijo el don supremo del banquete sagrado, el Pan de vida, y el cáliz de bendición, y así seremos alimentados y saciados de misericordia.
Tu Hijo Jesús pasó haciendo el bien, y fuiste tú quien logró que nos dejara abastecidos del buen vino, don gratuito de amistad, de amor de pertenencia. Tú eres en verdad Mujer Eucarística. Sigue intercediendo para que no nos falte nunca el don de quienes prolongan en la Iglesia al banquete donde gustar la máxima misericordia de Jesucristo, que en la última cena se nos dio en comida y en bebida.
Tú conociste el relato del profeta Elías, en el que se nos cuenta que al ser arrebatado a los cielos en torbellino de fuego, ante los ruegos de su discípulo Eliseo, dejó caer su manto, y con ello también la fuerza de su espíritu. En tu asunción, Señora, déjanos al menos la certeza de tu protección, y al igual que los primeros cristianos te invocamos: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”.
Si la misericordia significa el amor de las entrañas, tú eres la Virgen, la Mujer, la Madre, la Esposa, Tú sabes mejor que nadie llenarnos de consuelo. El vidente del Apocalipsis narra que la Mujer que dio a luz a un varón fue llevada al desierto por 1.200 años.
Esta imagen me da la esperanza de que sigues entre nosotros, aunque con razón gozas ya de la gloria de tu Hijo en el cielo.
El pueblo cristiano te invoca, Señora, con muchos nombres, y pone bajo tu protección sus tierras, sus caminos y sus frutos, pero sobre todo la vida de cada uno de tus hijos. No te olvides de ser nuestra abogada, nuestro consuelo, auxilio, refugio, faro, estrella, horizonte de luz en la noche, guía en el camino de la existencia.
Virgen bendita, recibe el homenaje que hoy te tributan los pueblos; en algunos hasta llegan a alfombrar sus calles con romero, cantueso, espliego, mejorana, tomillo, ajedrea, y al recorrido de la procesión sube el suave olor de las yerbas del campo esparcidas en tu honor.
Virgen María asunta al cielo, ruega por todos los que aún andamos como forasteros, mientras esperamos compartir contigo y con tu Hijo la misma gloria.
Ángel Moreno de Buenafuente

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