El Papa Francisco ya está en Polonia. Pocos minutos antes de las cuatro de la tarde, el vuelo de AirItalia aterrizó en el aeropuerto "San Juan Pablo II" de Cracovia, donde le esperaban el presidente de Polonia, Andrzej Duda, su esposa, y el cardenal Dziwisz, así como dos niños que le hicieron entrega de un ramo de flores. El Papa estaba relajado, seguramente porque antes, en el breve saludo a periodistas en el avión, habló, y fue rotundo: "Estamos en guerra, una guerra en serio y no hablo de guerra de religión. Todas las religiones queremos la paz".
Con el recuerdo del asesinato del sacerdote francés Jacques Hamel, Bergoglio apuntó que "la palabra que se repite es seguridad, pero la verdadera palabra es guerra". El Papa recordó que "desde hace tiempo que decimos que el mundo está en una guerra de a pedazos". Evocó las dos primeras Guerras Mundiales, "con sus métodos", y destacó que la guerra actual "quizás no es tanto orgánica, sí organizada, pero es guerra".
"Éste santo sacerdote murió justo en el momento en el que se recogía en las oraciones por la Iglesia", subrayó el Pontífice, quien también recordó a "cuántos cristianos, cuántos inocentes, cuántos niños! Pensemos en Nigeria, por ejemplo... Ah, pero éso es África". Aquí, en Cracovia, las medidas de seguridad son impresionantes, y el Papa ha sido casi introducido en un coche negro, rodeado de patrullas policiales.
"Es guerra, no tengamos miedo de decir esta verdad, el mundo está en guerra porque ha perdido la paz", agregó. Sobre la JMJ, Francisco mostró su esperanza en que los jóvenes "nos digan algo que nos dé un poco de esperanza en este momento".
"Hay guerra por intereses, hay guerra por el dinero, hay guerra por los recursos de la naturaleza, hay guerra por el dominio de los pueblos, esto es la guerra", concluyó el Papa. "Alguien puede pensar que estoy hablando de guerra de religiones. No. Todas las religiones queremos la paz. La guerra la quieren los otros. ¿Entendido?", insistió.
Antes de partir para Cracovia, Francisco se dirigió a la Basílica de San Pedro, en donde se detuvo a orar en la tumba de San Juan Pablo II. Sucesivamente, el Pontífice saludó a ungrupo de niños enfermos con sus familias, acompañados por los miembros de la Asociación Peter Pan.
Asimismo, al salir de la residencia Santa Marta en el Vaticano, a las 13.30 horas, para emprender su viaje hacia Cracovia, el obispo de Roma recibió el saludo de quince jóvenes refugiados, nueve chicos y seis chicas, de diversas nacionalidades, llegados desde hace poco tiempo a Italia y aun sin documentos que les permitan ir al extranjero.
Comienza un viaje que se promete totalmente nuevo a lo que se preveía. El asesinato del sacerdote y la obsesión por la seguridad marcarán, a buen seguro, una jornada que debía estar marcada por la esperanza y la alegría. Veremos cómo este Papa logra, si puede, darle la vuelta. Una vez más.
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