No esperó ni un minuto. En su primer discurso, el Papa Francisco lanzó un misil a la línea de flotación del ultraconservador gobierno polaco. Ante las autoridades políticas, la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Polonia, Bergoglio pidió al Ejecutivo "disponibilidad para recibir a los que huyen de la guerra y el hambre", para así "dar testimonio con los hechos de los valores humanos y cristianos" de los que presume, no sin razón, la nación polaca.
Hay que recordar que Polonia es uno de los países que se han opuesto con mayor crudeza a la acogida de los refugiados que huyen del Estado islámico. "Hace falta disponibilidad para recibir a los que huyen de la guerra y el hambre, y solidaridad con aquellos que sufren en sus derechos, incluidos los que tienen problemas para profesar su fe", añadió el Papa, quien abogó por generar "sinergias internacionales" para "encontrar soluciones a los conflictos y las guerrasque obligan a las personas a abandonar su hogar".
El camino del Papa desde el aeropuerto a su encuentro con las autoridades polacas está marcado por tres claves: la lluvia, el afecto de la multitud, y la seguridad. Hasta ocho motoristas abren la comitiva papal, cuyo automóvil está rodeado por media docena de furgonetas con policías y militares armados hasta los dientes. Nunca se había visto un servicio de seguridad tan obvio: Polonia se ha tomado en serio las amenazas.
El camino transcurre por largas avenidas, y cada cincuenta metros policías de a pie contienen a la multitud. Jóvenes de todos los rincones de la tierra han abandonado por unas horas el Campo de la Misericordia (sede de la JMJ) para, uniformados con sus banderas y chubasqueros, dar a Francisco la más cálida acogida. Jóvenes españoles, mexicanos, turcos, estadounidenses, rusos, brasileños, panameños (Francisco anunciará este sábado que Panamá será la sede de la próxima JMJ de 2019) acompañan al Papa en su camino hasta el castillo de Wawel, donde Bergoglio mantuvo un encuentro con el cuerpo diplomático y las autoridades, antes de una breve visita de cortesía al presidente Duda.
Duda y su esposa esperaban a las puertas de la empalizada al Papa. Dzwisz, en un discreto segundo plano, acompañaba varios pasos por detrás a Bergoglio. En su discurso, el presidente polaco calificó de "honor poderle dar la bienvenida" al país. "Le doy la bienvenida a la tierra polaca en Cracovia". "La JMJ será un gran banquete espiritual", subrayó Duda, quien recordó la memoria de Karol Wojtyla, que "fue a Roma para servir como un líder espiritual a toda la Iglesia universal". Duda reivindicó a san Juan Pablo II como el creador, desde Cracovia, de las jornadas mundiales de la juventud, y su papel en el fin del comunismo. "Mirando lo que sucede ahora, también hoy necesitamos renovar la faz de la Tierra", concluyó.
En su discurso, el Papa agradeció la recepción de las autoridades civiles, educativas y políticas del país, y recordó que "es la primera vez que visito Europa central, y he querido iniciarlo por Polonia, tierra del inolvidable san Juan Pablo II".
"A él le gustaba hablar de una Europa que respiraba por dos pulmones", subrayó Bergoglio, quien reclamó las "raíces sólidas" del Cristianismo entre los polacos, quienes "libres de complejos de superioridad", pueden trabajar por una nueva sociedad "sobre la base de su patrimonio humano, político y religioso", manteniendo la tradición pero con la mirada abierta al futuro.
Tras recordar el 1050 aniversario de la cristianización del país, el Papa clamó por el "respeto de la identidad propia y de los demás", pues "no puede haber diálogo si cada uno no parte de su identidad" y sabe diferenciar entre los dos tipos de memoria: la buena y la negativa, "que está fijada obsesivamente en el mal, sobre todo en el cometido por otros".
En este punto, el Papa reivindicó "el perdón ofrecido y recibido entre el episcopado polaco y el alemán, a los 50 años de la Guerra Mundial", o la declaración conjunta entre los católicos polacos y la Iglesia Ortodoxa de Moscú, "un proceso de fraternidad, no sólo entre las dos iglesias, sino también entre los dos pueblos".
Con esta intención, y sabiendo que "todo está implicado: la economía, el medio ambiente y el modo de gestionar el complejo fenómeno de la migración, que requiere un suplemento de sabiduría y misericordia para superar los temores y hacer el mejor bien posible", el Papa reclamó esa "disponibilidad" para acoger a los refugiados y para trabajar "por la justicia y la paz, dando testimonio con los hechos de los valores humanos y cristianos".
"Invito a la nación placa a mirar con esperanza el futuro, y los retos que ha de afrontar", en una "actitud de respeto y de diálogo constructivo", para crear las mejores condiciones para el presente y el futuro, señaló el Papa, quien defendió que "la vida siempre ha de ser acogida y protegida, ambas cosas juntas, desde la concepción hasta la muerte natural, y todos estamos llamados a respetarla y cuidarla".
"Es nuestra responsabilidad acompañar y ayudar concretamente, quien quiera que se encuentre en capacidad de dificultad, para que nunca sienta a un hijo como una carga, sino como un don, y no se abandone a los más pobres", concluyó el Papa, antes de reunirse en privado con el presidente polaco en lo que se presume un encuentro no exento de tensión. Y es que a Francisco no se le puede echar en cara que no diga las cosas como las piensa.
Jesús Bastante
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