Seguir y vivir las Bienaventuranzas, que, como “navegadores” indican a los cristianos el justo itinerario de la vida. Fue la invitación que el Papa Francisco dirigió durante la homilía de la Misa de la mañana celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Para no perderse a lo largo del camino de la fe, los cristianos tienen un preciso indicador de dirección, a saber: las Bienaventuranzas. E ignorar las rutas que proponen puede llevarnos a resbalar por los “tres escalones” de los ídolos del egoísmo, la idolatría del dinero, la vanidad, y la saciedad de un corazón que ríe de satisfacción propia ignorando a los demás.
“Los navegadores de la vida cristiana”
El Papa reflexionó inspirándose en el Evangelio de Mateo, que muestra a Jesús cuando enseña a la muchedumbre en el célebre Sermón de la montaña. El Señor “enseñaba la nueva ley, que no borra la antigua, sino que la perfecciona, llevándola a su plenitud”:
“Esta es la nueva ley, que nosotros llamamos 'las Bienaventuranzas'. Es la guía de ruta, el itinerario, el 'navegador' de la vida cristiana. Según las indicaciones de este navegador, podemos ir adelante en nuestra vida cristiana”.
Los tres escalones de la perdición
“muchas veces” dijo que “las riquezas son buenas”, mientras “lo que hace mal” es “el apego a las riquezas”, que se convierte así en “idolatría”.o problemas”: ¡ay de los ricos, ay de los que se sienten sacios, ay de aquellos que ríen, ay de aquellos de los cuales todos hablan bien!
“Muchas veces -dijo el Papa- las riquezas son buenas. Lo que hace mal es el apego a las riquezas”, que se convierte así en “idolatría”.
Y glosó el texto diciendo:
“Esta es la anti-ley, es el 'navegador equivocado'. Es curioso: estos son los tres escalones que llevan a la perdición, así como estas Bienaventuranzas son los escalones que llevan adelante en la vida.
Y estos tres escalones que llevan a la perdición son el apego a las riquezas, porque no tengo necesidad de nada. La vanidad, que todos hablen bien de mí: todos hablan bien, me siento importante, demasiado incienso… y yo creo que soy justo, no como aquel, como aquel otro… Pensemos en la parábola del fariseo y el publicano: ‘Te doy gracias porque no soy como éste…’. ‘Gracias, Señor, que soy tan buen católico, no como el vecino, la vecina…’. Todos los días sucede esto… Segundo, la vanidad y, tercero, el orgullo que es la saciedad, las carcajadas que cierran el corazón”.
¿La clave? La mansedumbre
De entre todas las Bienaventuranzas, Francisco destacó una que – afirmó textualmente – “no digo que sea la clave” de todas, “pero nos hace pensar tanto”: “Bienaventurados los mansos”. La mansedumbre:
“Jesús dice de sí mismo: ‘Aprendan de mí que soy manso de corazón’, que soy humilde y manso de corazón. La mansedumbre es un modo de ser que nos acerca tanto a Jesús.
En cambio, la actitud contraria siempre procura enemistades, guerras… tantas cosas, tantas cosas feas que suceden. Pero la mansedumbre, la mansedumbre del corazón que no es una tontería, no: es otra cosa. Es la profundidad para comprender la grandeza de Dios, y adoración”.
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