En
este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la
puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros
su vida. La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de
Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la
misericordia su anuncio.
Ella
sabe que la primera t
area, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo. La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo.
Desde
el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de
Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca
podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez
que alguien tenga necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios
no tiene fin.
Francisco,
Misericordiae Vultus 25
Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia
Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia
En el evangelio de
Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va
despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman «El Discurso de
despedida». En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen
miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a
pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta cinco veces les
repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá,
pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama
«Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor
cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo
enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será
la memoria viva de Jesús.
El horizonte que ofrece a
sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran
movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán
defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu
les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de
Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús desea que capten bien
lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su
comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No
solo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu,
recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como
la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en
la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han
de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En estos tiempos difíciles
de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia,sería un
grave error pretender defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando
sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá
penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra
paz alejándonos del camino trazado por él.
Cuando
en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera
ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera
no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos
humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar
caminos equivocados y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera
de Jesús.
José Antonio Pagola
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