Jesús ruega por la unidad de los cristianos, pero en la Iglesia hay
cizañeros que dividen y destruyen las comunidades con la lengua, dijo el Papa
Francisco en su homilía, en la Misa matutina, en la Capilla de la Casa de Santa
Marta.
La
unidad es una de las cosas más difíciles
Antes de su Pasión, Jesús reza por la unidad de los creyentes, de las
comunidades cristianas, para que sean una sola cosa, como Él con el Padre, para
que el mundo crea. El Obispo de Roma reflexionó sobre las palabras y oración de
Jesús, con la lectura del Evangelio del día:
«La unidad de las comunidades cristianas, de las familias cristianas son
testimonio: testimonian que el Padre ha enviado a Jesús. Y, quizá llegar a la
unidad – en una comunidad cristiana, una parroquia, un obispado, una
institución cristiana, una familia cristiana – es una de las cosas más
difíciles. Nuestra historia, la historia de la Iglesia nos hace avergonzar
tantas veces: ¡hicimos guerras contra nuestros hermanos cristianos! Pensemos en
una, la Guerra de los Treinta Años».
Pedir
perdón por las divisiones
Donde los cristianos se hacen la guerra unos contra otros, no hay
testimonio, hizo hincapié el Papa:
«¡Tenemos que pedir tanto perdón al Señor por esta historia! Una historia,
tantas veces, de divisiones y no sólo en el pasado… ¡Aún hoy! ¡Aún hoy! Y el
mundo ve que estamos divididos y dice: ‘Que se pongan de acuerdo, después
veremos… Cómo, Jesús ha Resucitado y está vivo ¿y sus discípulos no se ponen de
acuerdo?’. Una vez, un cristiano católico le preguntó a otro cristiano de
Oriente, también católico: ‘Mi Cristo resucita pasado mañana. El tuyo ¿cuándo
resucita? ¡Ni siquiera en la Pascua estamos unidos! Y el mundo no cree».
Los
cizañeros embarran y destruyen
«Fue la envidia del diablo la que hizo entrar el pecado en el mundo»,
reiteró el Santo Padre, señalando luego que también en las comunidades
cristianas es casi habitual que haya egoísmos, celos, envidias, divisiones. Y
ello lleva a chismear unos contra otros ¡Cuántos chismes! Las divisiones
comienzan con la lengua de los que siembran cizaña. ¡Por envidia, celos y
también por cerrazón! ¡No! ¡La doctrina es ésta!.. La lengua es capaz de
destruir una familia, una comunidad, una sociedad, de sembrar odio y guerras.
En lugar de buscar una clarificación, es más cómodo chismear y destruir la fama
del otro. Evocando a San Felipe Neri - que le dijo a una mujer chismosa, que
como penitencia desplumara una gallina y desparramara las plumas, para luego
intentar recogerlas, a lo que ella respondió que es imposible – el Santo Padre,
concluyó su homilía alentando a pedir la gracia de la unidad y volvió a
recordar las consecuencias del chismorreo:
«El chismear es así: embarrar al otro. ¡El que chismea embarra! ¡Destruye!
Destruye la fama, destruye la vida y tantas veces - ¡tantas veces! – sin
motivo, contra la verdad. Jesús rezó por nosotros, por todos nosotros que
estamos aquí y por nuestras comunidades, nuestras parroquias, nuestras
diócesis: ‘Que sean uno’. Roguemos al Señor que nos dé la gracia, porque es
tanta, tanta la fuerza del diablo, del pecado que nos empuja a la desunión.
¡Siempre! Que nos dé la gracia, que nos dé el don: y ¿cuál es el don que hace
la unidad? ¡El Espíritu Santo! Que nos dé este don que hace la armonía, porque
Él es la armonía, la gloria en nuestras comunidades. Y que nos dé la paz, pero
con la unidad. Pidamos la gracia de la unidad para todos los cristianos, la
gracia grande y la gracia pequeña de cada día para nuestras comunidades,
nuestras familias. ¡Y la gracia de poner un freno a la lengua!»
(CdM – RV)
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