«Ciego y mendigo, Bartimeo estaba al borde del camino, más
exclusión imposible, marginado. Y cuando se enteró del paso de Jesús, comenzó a
gritar, se hizo sentir…
En torno a Jesús iban los apóstoles, los discípulos, las mujeres que lo seguían habitualmente, con quienes recorrió durante su vida los caminos de Palestina para anunciar el Reino de Dios…
Dos realidades aparecen con fuerza, se nos imponen. Por un lado, el grito, el grito de un mendigo y por otro, las distintas reacciones de los discípulos… Son tres las respuestas frente a los gritos del ciego, y hoy también tienen actualidad. Podríamos decirlo con las palabras del propio Evangelio: Pasar, Cállate, Ánimo, levántate.
1. Pasar, pasar de largo, como hacen algunos porque ya no escuchan. Estaban con Jesús, miraban a Jesús, querían oír a Jesús, pero no escuchaban. Pasar es el eco de la indiferencia, de pasar al lado de los problemas y que éstos no nos toquen. No es mi problema… Es la tentación de naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia…
Como el evangelista Juan nos recuerda, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1 Jn 4, 20b)… Dividir esta unidad –entre escuchar a Dios y escuchar al hermano- es una de las grandes tentaciones que nos acompañan a lo largo de todo el camino a los que seguimos a Jesús…
2. Segunda palabra: Cállate. Es la segunda actitud frente al grito de Bartimeo. Cállate, no molestes… A diferencia de la actitud anterior, ésta escucha, reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una forma muy simple, reprendiendo… Es la actitud de quienes frente al pueblo de Dios, lo están continuamente reprendiendo, rezongando, mandándolo callar…
Es el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas que piensan que la vida de Jesús es sólo para los que se creen aptos. En el fondo hay un profundo desprecio al santo pueblo fiel de Dios: “Este ciego qué tiene que meterse, que se quede ahí”…
3. La tercera palabra: Ánimo, levántate. Y este es el tercer eco. Un eco que no nace directamente del grito de Bartimeo, sino de la reacción de la gente que mira cómo Jesús actuó ante el clamor del ciego mendigo…
A diferencia de los otros, que pasaban, el Evangelio dice que Jesús se detuvo y preguntó qué sucedía. Se detiene frente al clamor de una persona… para identificarla y de esta forma se compromete con ella. Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo callar, le pregunta: ¿Qué puedo hacer por vos?
…Le pregunta, lo identifica queriendo ser parte de la vida de ese hombre, queriendo asumir su misma suerte. Así le restituye paulatinamente la dignidad que tenía perdida, al borde del camino y ciego. Lo incluye.
Y lejos de verlo desde fuera, se anima a identificarse con sus problemas, para manifestar así la fuerza transformadora de la misericordia… No existe una compasión que no se detenga. Si no te detienes, no padeces con, no tienes la divina compasión. No existe una compasión que no escuche. No existe una compasión que no se y solidarice con el otro. La compasión no es zapping, no es silenciar el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor, el padecer con.
Es la lógica que no se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de acercarse al dolor de nuestra gente. Aunque muchas veces no sea más que para estar a su lado y hacer de ese momento una oportunidad de oración…
Vayamos adelante con la ayuda de Dios y colaboración de todos. El Señor se vale de nosotros para que su luz llegue a todos los rincones de la tierra».
(Papa Francisco, discurso a los religiosos de Bolivia, 09/07/2015)
En torno a Jesús iban los apóstoles, los discípulos, las mujeres que lo seguían habitualmente, con quienes recorrió durante su vida los caminos de Palestina para anunciar el Reino de Dios…
Dos realidades aparecen con fuerza, se nos imponen. Por un lado, el grito, el grito de un mendigo y por otro, las distintas reacciones de los discípulos… Son tres las respuestas frente a los gritos del ciego, y hoy también tienen actualidad. Podríamos decirlo con las palabras del propio Evangelio: Pasar, Cállate, Ánimo, levántate.
1. Pasar, pasar de largo, como hacen algunos porque ya no escuchan. Estaban con Jesús, miraban a Jesús, querían oír a Jesús, pero no escuchaban. Pasar es el eco de la indiferencia, de pasar al lado de los problemas y que éstos no nos toquen. No es mi problema… Es la tentación de naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia…
Como el evangelista Juan nos recuerda, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? (1 Jn 4, 20b)… Dividir esta unidad –entre escuchar a Dios y escuchar al hermano- es una de las grandes tentaciones que nos acompañan a lo largo de todo el camino a los que seguimos a Jesús…
2. Segunda palabra: Cállate. Es la segunda actitud frente al grito de Bartimeo. Cállate, no molestes… A diferencia de la actitud anterior, ésta escucha, reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una forma muy simple, reprendiendo… Es la actitud de quienes frente al pueblo de Dios, lo están continuamente reprendiendo, rezongando, mandándolo callar…
Es el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas que piensan que la vida de Jesús es sólo para los que se creen aptos. En el fondo hay un profundo desprecio al santo pueblo fiel de Dios: “Este ciego qué tiene que meterse, que se quede ahí”…
3. La tercera palabra: Ánimo, levántate. Y este es el tercer eco. Un eco que no nace directamente del grito de Bartimeo, sino de la reacción de la gente que mira cómo Jesús actuó ante el clamor del ciego mendigo…
A diferencia de los otros, que pasaban, el Evangelio dice que Jesús se detuvo y preguntó qué sucedía. Se detiene frente al clamor de una persona… para identificarla y de esta forma se compromete con ella. Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo callar, le pregunta: ¿Qué puedo hacer por vos?
…Le pregunta, lo identifica queriendo ser parte de la vida de ese hombre, queriendo asumir su misma suerte. Así le restituye paulatinamente la dignidad que tenía perdida, al borde del camino y ciego. Lo incluye.
Y lejos de verlo desde fuera, se anima a identificarse con sus problemas, para manifestar así la fuerza transformadora de la misericordia… No existe una compasión que no se detenga. Si no te detienes, no padeces con, no tienes la divina compasión. No existe una compasión que no escuche. No existe una compasión que no se y solidarice con el otro. La compasión no es zapping, no es silenciar el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor, el padecer con.
Es la lógica que no se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de acercarse al dolor de nuestra gente. Aunque muchas veces no sea más que para estar a su lado y hacer de ese momento una oportunidad de oración…
Vayamos adelante con la ayuda de Dios y colaboración de todos. El Señor se vale de nosotros para que su luz llegue a todos los rincones de la tierra».
(Papa Francisco, discurso a los religiosos de Bolivia, 09/07/2015)
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