La
alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la
Iglesia. Como han indicado los Padres sinodales, a pesar de las numerosas
señales de crisis del matrimonio, «el deseo de familia permanece vivo,
especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia». Como respuesta a
ese anhelo «el anuncio cristiano relativo a la familia es
verdaderamente una buena noticia».
2. El
camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación
de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y
reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia.
Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad
de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales,
espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel
a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor
claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en
publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo
desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la
actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando
conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas.
3. Recordando
que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas
las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con
intervenciones magisteriales.Naturalmente, en la Iglesia es
necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan
diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas
consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos
lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir, cuando nos introduzca
perfectamente en el misterio de Cristo y podamos ver todo con su mirada.
Además, en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas,
atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque «las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general [...]
necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado»[3].
4. De
cualquier manera, debo decir que el camino sinodal ha contenido una gran
belleza y ha brindado mucha luz. Agradezco tantos aportes que me
han ayudado a contemplar los problemas de las familias del mundo en toda su
amplitud. El conjunto de las intervenciones de los Padres, que
escuché con constante atención, me ha parecido un
precioso poliedro, conformado por muchas legítimas
preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras. Por ello consideré adecuado
redactar una Exhortación apostólica postsinodal que recoja los aportes de los
dos recientes Sínodos sobre la familia, agregando otras consideraciones que
puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral y, a la vez,
ofrezcan aliento, estímulo y ayuda a las familias en su entrega y en sus
dificultades.
5. Esta
Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto
de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque
la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a
valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y
lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la
paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean
signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza
perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo.
6. En el
desarrollo del texto, comenzaré con una apertura inspirada en las Sagradas
Escrituras, que otorgue un tono adecuado. A partir de allí, consideraré la situación actual de las familias en orden a
mantener los pies en la tierra. Después recordaré algunas cuestiones
elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia,
para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor. A
continuación destacaré algunos caminos pastorales que nos orienten a construir
hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, y dedicaré un capítulo a la
educación de los hijos. Luego me detendré en una invitación a la misericordia y
al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo
que el Señor nos propone, y por último plantearé breves líneas de
espiritualidad familiar.
7. Debido a la riqueza de los dos años de reflexión
que aportó el camino sinodal, esta Exhortación aborda, con diferentes estilos,
muchos y variados temas. Eso explica su inevitable extensión. Por eso no recomiendo una lectura general apresurada. Podrá
ser mejor aprovechada, tanto por las familias como por los agentes de pastoral
familiar, si la profundizan pacientemente parte por parte o si buscan en ella
lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta. Es probable, por
ejemplo, que los matrimonios se identifiquen más con los capítulos cuarto y
quinto, que los agentes de pastoral tengan especial interés en el capítulo
sexto, y que todos se vean muy interpelados por el capítulo octavo. Espero
que cada uno, a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la
vida de las familias, porque ellas «no son un problema, son principalmente una
oportunidad»[4].
(Papa Francisco).-
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