"Será un tiempo favorable para dejarse querer y aprender a
querer"
Cuando decimos que el Papa
Francisco es el "párroco del mundo", realmente no nos
faltan razones para considerarlo así. Párroco es aquel que, como buen pastor,
acompaña el camino de fe de su comunidad y sabe, por la convivencia diaria con
cada uno de los fieles, lo que estos necesitan y lo que les va a venir bien
para el crecimiento de su vida cristiana.
Como el párroco vive con su gente, participa de los
pasos hacia delante que van dando, pero también de las dificultades que se
encuentran en su experiencia de fe y de vida. Por eso, aunque las comunidades
cristianas caminen con el ritmo de lo habitual, de vez en cuando, con el Consejo de Pastoral, han de proponer acciones
extraordinarias que pongan el acento en algún aspecto que necesite un mayor
refuerzo.
Un buen párroco no es el que hace siempre lo mismo,
propone lo habitual, se adapta a lo de siempre, sino el que, cuando conviene,
llama la atención con toques de creatividad que refuercen
lo que más necesite ser enriquecido en la vida cristiana de la
mayoría. Unas veces será para fortalecer lo que se viene haciendo al interior
de la comunidad y otras será para animar a los fieles en su sentido misionero.
Esto suele hacerse, por ejemplo, con llamadas especiales a evangelizar o al
servicio de la caridad con los más pobres y necesitados, dos de las
manifestaciones esenciales de la vida de un cristiano.
Al ministerio pastoral del Papa Francisco no le faltan
desde el primer momento llamadas, así como tampoco sugerencias concretas. Con
ocasión de Año Jubilar de la Misericordia, que es ya de por sí una rica y
extensa iniciativa, nos ha vuelto a invitar a dedicarle al Señor 24 horas de
nuestra vida personal y comunitaria.
La invitación es para el 4 y 5
de marzo, viernes y sábado, que anteceden al IV domingo de cuaresma.
Se nos invita a tener nuestros templos abiertos, a exponer el Santísimo
Sacramento y a animar a todos a que se acerquen al Señor, que nos espera para
ofrecernos su amor misericordioso en el Sacramento de la Reconciliación.
Quiere el Santo Padre que esas "24 horas para el Señor" sean la fuente
misma que nos alimente en la misericordia, la que recibimos y la que ofrecemos.
Es una invitación a poner el corazón en contacto continuo con Jesucristo, el
Hijo del Padre rico en Misericordia. Lo hacemos en contemplación de su
presencia eucarística a lo largo de un día completo. Es, por tanto, una llamada
a cuantos quieran acercarse, que dice: "Dios está aquí, venid adoradores,
adoremos". Es una oportunidad de estar con quien, con toda seguridad, nos
va a ofrecer su amor, su comprensión, su alegría, su perdón. Si le buscamos y
encontramos, ninguno de nosotros va a quedar indiferente, todos seremos
testigos de propuestas nuevas y salvadoras para nuestra vida y para la vida del
mundo.
(Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Plasencia).-
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