"¿Qué es lo que hoy sucede?
Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme. «La
tierra temió sobrecogida» porque Dios se durmió en la carne y ha despertado a
los que dormían desde antiguo. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado.
Va a buscar a nuestro primer
padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitar «a los que
viven en tinieblas y en sombra de muerte». El, que es al mismo tiempo Hijo de
Dios, hijo de Eva, va a librar de su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva.
El Señor, teniendo en sus manos
las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer
padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi
Señor esté con todos. Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: Y con tu espíritu. Y
tomándolo por la mano le añade: «Despierta tú que duermes, levántate de entre
los muertos y Cristo será tu luz».
Yo soy tu Dios que por ti y por
todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo: tengo el
poder de anunciar a los que están encadenados: Salid; y a los que se encuentran
en las tinieblas: iluminaos; y a los que dormís: levantaos.
A ti te mando: «despierta tú que
duermes», pues no te creé para que permanezcas cautivo en el
Abismo; «levántate de entre los muertos», pues yo soy la vida de los
muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi
semejanza. Levántate, salgamos de aquí porque tú en mí, y yo en ti, formamos
una sola e indivisible persona.
Por ti yo, tu Dios, me he hecho
tu hijo; por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo, que
estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al Abismo; por ti me
he hecho hombre, «semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos»;
por ti que fuiste expulsado del huerto he sido entregado a los judíos en el
huerto, y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara
que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los
golpes de mis mejillas que he soportado para reformar de acuerdo con mi imagen
tu imagen deformada.
Contempla los azotes en mis
espaldas que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados que habían sido
cargados sobre tu espalda. Contempla los clavos que me han sujetado fuertemente
al madero; por ti los he aceptado, que maliciosamente extendiste una mano al
árbol.
Dormí en la cruz y la lanza
atravesó mi costado por ti, que en el paraíso dormiste y de tu costado diste
origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del costado. Mi sueño te saca del
sueño del Abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el
paraíso.
Levántate, salgamos de aquí. El
enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono
celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen
del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo que soy la vida y que estoy
unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilará; ahora te concedo que
el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.
El trono de los querubines está
preparado, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los
alimentos prestos, se han embellecido los eternos tabernáculos y las moradas,
los tesoros abiertos y el reino de los cielos que existe antes de los siglos
está preparado. "
De una homilía antigua sobre el
grande y santo Sábado (PG 43, 439. 451. 462-463)
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