Con el
fin de las persecuciones, al comienzo del siglo IV, el emperador Constantino
hizo construir una basílica sobre el lugar en el que los cristianos veneraban
la memoria de San Pablo
Roma mostrará
desde hoy el sepulcro de la vía Ostiense, parte integrante de una
necrópolis mucho más amplia y que aún permanece sepultada e inexplorada en la
que, según la tradición, fue enterrado el Apóstol San Pablo.
La apertura
al público de este yacimiento arqueológico se enmarca en los actos del Año Santo
Extraordinario de la Misericordia, convocado por el papa Francisco hasta el
próximo 20 de noviembre.
Las visitas,
gratuitas, tendrán lugar una vez al mes hasta el próximo junio y serán
explicadas por los técnicos de la superintendencia cultural del ayuntamiento
romano.
Estos restos,
al aire libre desde que fueron desenterrados en 1917, son "una
pequeña porción de una amplia necrópolis en la que fue enterrado el mártir San
Pablo", según explicó la arqueóloga Cristina Carta.
La mayor
parte de este área sepulcral permanece sepultada y, como recuerdo de su
remota existencia, en la actualidad puede verse este sepulcro y, unos metros
más adelante, la imponente Basílica de San Pablo, donde fue enterrado el
apóstol tras ser decapitado por Nerón, en aquellos años de persecuciones y
cultos clandestinos.
Ahora el
visitante podrá recorrer los laberínticos callejones que componen este sepulcro
y adentrarse en los angostos panteones familiares que lo componen.
La necrópolis
estuvo en funcionamiento entre el siglo I a.C y el IV d.C y se extendía a lo
largo de la vía Ostiense, la que unía el corazón de la Roma "caput
mundi" con el importante puerto de Ostia.
La vía
Ostiense era hace dos milenios un concurrido camino recorrido por las numerosas
personas que llegaban a la capital del Imperio desde múltiples lugares y,
muestra de ello, son algunas lápidas con inscripciones en griego que pueden
apreciarse.
Asimismo
pueden visitarse las austeras salas en las que eran depositadas las cenizas de
los difuntos, los columbarios, pero también los ricos receptáculos reservados a
las más notables "gens".
En cualquier
caso, tanto los enterramientos más pobres como los más fastuosos de este área
dan muestra de la importancia que la muerte tenía en el idiosincrasia romana.
El visitante
podrá descubrir las delicadas decoraciones que han sobrevivido al paso de los siglos y que reproducen en asombroso buen estado
iconografías como la paloma, el pavo real o el pegaso, símbolos todos del
tránsito al más allá.
Pero si por
algo es importante el sepulcro de vía Ostiense es porque, según la arqueóloga,
"ofrece una documentación puntual sobre el paso del rito de la
incineración al de la inhumación", dos rituales vigentes de manera
simultánea durante "mucho tiempo".
La mayor
parte de este lugar está destinado a acoger cenizas pero su nivel más reciente
documente el empleo de las inhumaciones.
El punto de
inflexión se ubica a partir del siglo II, cuando se impuso el rito del
enterramiento debido a la preponderancia que estaba adquiriendo la nueva
religión, el Cristianismo, en perjuicio de los credos paganos politeístas.
"Todas
las áreas sepulcrales suponen una importante documentación tanto desde el punto
de vista del estudio de los grupos sociales y de las técnicas constructivas y decorativas,
como de los rituales usados dentro de estos recintos", explicó Carta.
Entre los
objetos hallados están los usados durante ritos como el
"refrigerium", el banquete que se hacía en torno al finado, o el
óbolo a Caronte, la moneda que se dejaba bajo la lengua del difunto para que
este pagara su viaje al más allá.
También
numerosas falanges ya que los romanos creían que una parte de su cuerpo
debía permanecer intacta en el mundo de los vivos, por lo que era depositada
junto a sus cenizas en las urnas funerarias.
Sea como
fuere, Carta asegura que esta necrópolis fue, sin lugar a dudas, un espacio
extenso que acogió numerosos enterramientos, entre ellos el del "apóstol
de las gentes", San Pablo.
Con el fin de
las persecuciones, al comienzo del siglo IV, el emperador Constantino hizo
construir una basílica sobre el lugar en el que los cristianos veneraban la
memoria de San Pablo, enterrado en una necrópolis por su condición de ciudadano
romano.
Este templo
ha ido evolucionando con el paso de los siglos y en él puede verse un sarcófago
en el que según la Iglesia Católica reposan los restos del apóstol.
(RD/Agencias)
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