Roma y Moscú firmarán una histórica declaración común, con la presencia de
Raúl Castro
Sorpresa histórica. El Papa Francisco, líder de la Iglesia católica, y el
patriarca ortodoxo de Moscú, Kirill, se
encontrarán por primera vez en la historia, el próximo 12 de febrero en el aeropuerto de La Habana, según acaba
de anunciar el portavoz vaticano, Federico Lombardi.
Desde 1054, fecha de las excomuniones mutuas y el
mayor cisma de la Cristiandad, ningún Papa o patriarca de Moscú -las dos
iglesias cristianas más importantes del mundo- se habían encontrado. Aunque las
excomuniones fueron revocadas hace medio siglo, el sueño de un encuentro
entre los principales líderes cristianos parecía una quimera hasta
hace muy poco.
La voluntad de Francisco y de Kirill, y la casualidad,
han hecho el resto. Así, ambos coincidían en
Centroamérica. Francisco camino de México, y Kirill, en Cuba. En un
comunicado conjunto, ambas iglesias anuncian, "por gracia de Dios",
que ambos pontífices "se encontrarán el próximo 12 de febrero en el
aeropuerto José Martí". El encuentro, según explica Lombardi, tendrá como
mediador al presidente Raúl Castro, quien ejercerá de
anfitrión.
"El Papa hará escala en Cuba antes de su viaje a
México", añadió Lombardi, quien
incidió que el encuentro "concluirá con la firma de una declaración
común". El encuentro personal será privado. "Este encuentro de los primados ha sido preparado desde hace tiempo,
y será el primero en la historia, y marcará una etapa importante en las
relaciones" entre las dos iglesias.
"Se trata de una señal de esperanza", por lo que el Vaticano y el Patriarcado de
Moscú "invitan a los cristianos a rezar con fervor para que Dios bendiga
este encuentro".
Si bien existían, y aún existen, leves diferencias
teológicas entre católicos y ortodoxos, el origen del Gran Cisma que separó a las Iglesias de Oriente y Occidente fue
más bien político y surgió de la división del Imperio Romano en
dos polos de poder que competían entre sí por la primacía sobre el orbe
cristiano: Roma, sede del Papado, y Constantinopla, capital del Imperio
Bizantino.
La ruptura se produjo en 1054 cuando
los representantes del Papa y el Patriarcado de Constantinopla se excomulgaron mutuamente después de que este
último se negara a ayudar a Roma en su lucha contra el avance normando en el
sur de Italia.
Al cisma siguieron siglos de conflictos con
episodios que ahondaron la división, como la masacre de católicos a manos
ortodoxas en 1182 o la captura de territorios bizantinos por los cruzados y
otras fuerzas católicas, por ejemplo la conquista y saqueo de Constantinopla en
1204. La opresión católica en los territorios ocupados dejó tal profunda huella
en la psique colectiva que aún se puede rastrear en la desconfianza que
profesan ciertas Iglesias ortodoxas nacionales -como la serbia, la rusa o la
griega- hacia los países de Europa occidental. Muchos ortodoxos tampoco
perdonan que los europeos occidentales se negasen a ayudar a los bizantinos
contra los turcos musulmanes en 1453, año en que estos tomaron Constantinopla.
De ahí que, cuando en 1964, durante un
encuentro entre el patriarca ortodoxo Atenágoras I y el Papa Pablo VI, ambas
Iglesias acordaron declarar nulas las excomuniones de nueves siglos antes y
comenzar a tender puentes, ciertos popes ortodoxos no
pudieron soportar lo que consideraban una humillante sumisión ante
los pérfidos católicos.
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