Hay una palabra que hay que incluir
en el vocabulario de todo cristiano, especialmente cuando se han levantado
barreras de odio y desconfianza. Esta palabra es reconciliación: "Si vas,
pues, a presentar una ofrenda ante el altar y allí te acuerdas de
que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve
primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu
ofrenda".
Este mandamiento de Jesús es más
firme que cualquier barrera que pueda levantar la incapacidad humana o la
malicia. Aun cuando vuestra creencia en la bondad fundamental de todo ser
humano haya sido sacudida o minada, incluso cuando profundas convicciones y
actitudes hayan endurecido vuestros corazones, hay una fuente de poder más
firme que toda decepción, amargura o desconfianza arraigada. Este poder es
Cristo Jesús, que trajo el perdón y la reconciliación al mundo.
(…) El espíritu de perdón cristiano
demostrado por tantos como han sufrido en sus personas o en sus seres queridos,
han servido de inspiración a las multitudes. En los años futuros, cuando las
palabras de odio y los actos de violencia hayan sido olvidados, serán las
palabras de amor y los hechos de paz y de perdón los que serán recordados. Es
esto lo que inspirará a las generaciones futuras.
A todos los que me estáis
escuchando, quiero decir: no creáis en la violencia, no sostengáis la
violencia. No es éste el camino cristiano. No es el camino de la Iglesia
católica. Creed en la paz, en el perdón y en el amor, porque son de Cristo.
Comunidades que están unidas por su
aceptación del mensaje supremo de amor de Jesús, manifestado en la paz y en la
reconciliación, y por su repulsa de la violencia, constituyen una fuerza
irresistible para lograr lo que muchos han llegado a aceptar como imposible y
destinado a permanecer. (…)
Volved a Cristo que murió para que
los hombres pudiesen vivir en perdón y en paz. El os está esperando, anhelando
que cada uno de vosotros venga a Él para poder deciros: tus pecados están
perdonados, vete en paz.
Aunque hayáis sido atrapados en los
caminos de la violencia, incluso hayáis llevado a cabo actos de violencia,
volved a Cristo, cuyo don de despedida al mundo fue la paz. Solamente si
volvéis a Cristo, hallaréis paz para vuestras conciencias perturbadas y reposo
para vuestras almas angustiadas.
Y a vosotros, padres y madres,
quiero decir: enseñad a vuestros niños cómo se perdona, haced de vuestros
hogares lugar de amor y de perdón; haced de vuestras calles y vecindarios
centros de paz y reconciliación. Sería un crimen contra la juventud y su futuro
permitir que un niño crezca sin otra experiencia que la violencia y el odio.
(San Juan Pablo II, homilía del 29 de septiembre de 1979)
No hay comentarios:
Publicar un comentario