«Espiritualidad»
es una palabra desafortunada. Para muchos
solo puede significar algo inútil, alejado de la vida real. ¿Para qué puede
servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico, lo material, no lo
espiritual.
Sin embargo,
el «espíritu» de una persona es algo valorado en la sociedad moderna, puesindica
lo más hondo y decisivo de su vida: la pasión que la anima, su inspiración
última, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el
mundo.
El espíritu
alienta nuestros proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de
valores y nuestra esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será
nuestra espiritualidad. Y así será también nuestra religión y nuestra vida
entera.
Los textos
que nos han dejado los primeros cristianos nos muestran que viven su fe
en Jesucristo como un fuerte «movimiento espiritual». Se sienten habitados
por el Espíritu de Jesús. Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese
Espíritu. «El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por
ese Espíritu, lo viven todo de manera nueva.
Lo primero
que cambia radicalmente es su experiencia de Dios. No viven ya con
«espíritu de esclavos», agobiados por el miedo a Dios, sino con «espíritu
de hijos» que se sienten amados de manera incondicional y sin límites por un
Padre. El Espíritu de Jesús les hace gritar en el fondo de su corazón: ¡Abbá,
Padre! Esta experiencia es lo primero que todos deberían encontrar en las
comunidades de Jesús.
Cambia
también su manera de vivir la religión. Ya no se sienten «prisioneros
de la ley», las normas y los preceptos, sino liberados por el amor. Ahora
conocen lo que es vivir con «un espíritu nuevo», escuchando la llamada del amor
y no con «la letra vieja», ocupados en cumplir obligaciones religiosas. Este es
el clima que entre todos hemos de cuidar y promover en las comunidades
cristianas, si queremos vivir como Jesús.
Descubren
también el verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son
los ritos vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad». Esa vida
vivida con el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los
cristianos su auténtico «culto espiritual».
No hemos de
olvidar lo que Pablo de Tarso decía a sus comunidades: «No apaguéis el
Espíritu». Una iglesia apagada, vacía del espíritu de Cristo, no puede vivir ni
comunicar su verdadera Novedad. No puede saborear ni contagiar su Buena
Noticia. Cuidar la espiritualidad cristiana es reavivar nuestra
religión.
José Antonio
Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario