Año tras año, siglo tras siglo, hombres y mujeres caminan.
Unos nacen, otros mueren. La vida tiene un ritmo que no puede detenerse.
Se suceden momentos de alegría y otros de tristeza. Pero
solo tienen sentido aquellos momentos y acciones en los que se acoge el amor y
se ama.
Si comprendemos esto, llegamos a captar el misterio de la
existencia humana. No parece fácil, porque frecuentemente nos ahogan asuntos
inmediatos, voces que aturden, cansancios asfixiantes y tentaciones de dentro o
de fuera.
Una mirada al horizonte puede desvelar el misterio de la
meta. Más allá de la muerte Dios nos espera. Más acá, estamos en el tiempo de
la misericordia.
Ese fue el sentido de la Encarnación del Hijo. Vino para
hacer la Voluntad del Padre, que coincidía con la salvación de los hombres.
La voz de Cristo provocó un terremoto espiritual en
tierras de Palestina durante pocos años del primer siglo de nuestra era. Esa
voz sigue viva también hoy, resuena en millones de corazones.
¿Escuchamos lo que dice el Maestro? ¿Abrimos el corazón al
don de misericordia que brota de la Cruz en el Calvario? ¿Comprendemos el
milagro de la victoria definitiva sobre la muerte que se produjo la mañana de
la Pascua?
Los hechos se suceden. Noticias que alegran o que
inquietan. Preocupaciones por la familia, por los amigos, por la salud, por el
trabajo. Leyes y gobiernos que van contra los principios básicos de la justicia
y del respeto a la vida.
La voz de Jesús el Nazareno atraviesa los siglos y llega
hasta nuestro tiempo. Esa voz, acogida gracias a la fe, cambia corazones y
enciende esperanzas. Trae misericordia y sostiene a los que trabajan por la
paz, la justicia y la verdad.
El cielo está más cerca de lo que imaginamos. En cada misa
asistimos nuevamente al culmen de la Redención, nos unimos a quien reina,
triunfante, en los cielos.
"Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la
salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está
avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas
y revistámonos de las armas de la luz..." (Rm 13,11‑12)
P.Fernando Pascual
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