Aunque ya hemos comenzado el llamado Tiempo Ordinario, la
Liturgia nos ofrece los ecos de la manifestación del Señor, y este domingo nos
propone el primer signo que hizo Jesús en Caná de Galilea, como muestra de su
divinidad.
El día de Epifanía, el canto de Vísperas tiene como
antífona del Magnificat la referencia a tres acontecimientos que se unen para
expresar la divinidad de Jesucristo. “Veneremos este día santo, honrado con
tres prodigios: hoy, la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua
se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan
en el Jordán, para salvarnos. Aleluya”.
En este contexto, el evangelio de las “Bodas de Caná”, colocado por el
evangelista San Juan al inicio de la vida pública de Jesús y proclamado por la
Iglesia al comienzo del Tiempo Ordinario, nos sugiere una revelación
programática de la misión que ha recibido Jesús. Él viene a celebrar el amor de
Dios y lo hará, dando su vida por su esposa, la Iglesia.
No es casual que el Cuarto Evangelio nos narre una fiesta
nupcial como punto de partida de la acción pastoral del que ha venido a
restaurar las relaciones de la humanidad con Dios. El texto narra: “En aquel
tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda”.
Tan solo te indico que compares el relato de la “Boda de Caná”
con el de la muerte del Señor, y contemples el paralelismo entre ambos.
Precisamente, la Iglesia ha escogido como primera lectura el cántico de Isaías,
que anuncia los desposorios de Dios con su pueblo: “Ya no te llamarán
«Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a
tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá
marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios
contigo”. Y el salmista nos invita a expresar la alegría: “Cantad al Señor un
cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su
nombre”.
¿De qué boda se trata? ¿Cuáles son las nupcias que se anuncian?
Sin duda que no son otras que las que se celebran con la entrega total de
Cristo, cuando en la Cruz mane de su costado agua junto con la sangre y
entregue su Espíritu; Espíritu que nos une a todos en un solo cuerpo: “Hay
diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios,
pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra
todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”.
Ángel Moreno de Buenafuente
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