La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber
nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser
madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay
varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos
mujeres ocupan toda la escena.
María que ha
llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en
torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que
muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y
títulos más alejados del clima de los evangelios.
María, «la
madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo.
Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de
nuestro Señor. Este es el punto de partida de toda su grandeza. Los
primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables.
«Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto
bendito de su vientre».
María, la
creyente. Isabel la
declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su
maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser
Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de
su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su
vocación. María es Madre creyente.
María, la
evangelizadora. María
ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su
gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus
gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de
Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.
María,
portadora de alegría. El saludo
de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la
primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate... el Señor está contigo».
Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María
irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo.
Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio
Pagola
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