Me imagino que a María le gusta que la
invoquemos con oraciones sencillas. Cuando amamos a una persona pensamos en
aquello que más le agrada, y no en lo que a nosotros nos gusta. Entonces, si
creemos que a María, la Madre de Jesús, le agrada que la saludemos como lo hizo
el Ángel del Señor en Nazaret, es gesto de amor rezar el “Ave María”.
Pienso que María se complace cuando la
llamamos como lo hizo su prima Isabel al encontrarse con ella en la montaña de
Judea, y la saludó con estas palabras: “Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre”.
Las oraciones sencillas deben salir de
un corazón humilde, de niño, limpio, pues así no quedarán como fórmulas vacías,
y menos aún como ritos autojustificativos, a la manera de quienes piensan que
por esas prácticas cumplen sus obligaciones religiosas.
Dios escucha la oración de los pequeños,
cuyos ángeles contemplan el rostro de Dios. Y tiene en cuenta a los humildes, a
los pobres, a los sencillos y a los limpios de corazón, capaces de poner amor y
entrega en la expresión de sus labios.
La oración del “Ave María” se nos ofrece
como expresión acertada y sencilla, que agrada a María y que concede gracia.
Por ello, no te invito a sobrecargarte con una práctica religiosa más, sino que
te ofrezco la manera en que Dios se ha dirigido a su Madre, y ella misma ha
recomendado en tantos momentos que lo hagamos, cuando se ha manifestado con
gracias especiales en visiones sobrenaturales.
En tiempos de dificultad, de
insensibilidad, de sequedad, de pereza y desgana espirituales, de prueba y
hasta de hastío, la oración vocal es un medio para combatir la tentación y para
resquebrajar todo endurecimiento del corazón.
María no violenta, ni interviene de
manera forzada en nuestras vidas, pero si pedimos que interceda por nosotros,
ella lo hace con gusto y generosidad, y además desea que se lo pidamos.
Lo más importante es, como decía Santa
Teresa, orar con consideración, no importa sea oración vocal o mental, con tal
que se haga con advertencia, de manera consciente y amorosa.
El “Ave María” es la oración de
salutación de Dios a la Virgen, y a su vez el ruego que en la Iglesia hacen
todos los que invocan a la Madre de Dios. Cada vez que rezamos el “Ave María”,
rogamos a quien Dios ha puesto como medianera de todas las gracias, por toda la
humanidad.
Cuando no sepas cómo orar, o no te
sientas con ganas de hacerlo, tienes en tu mano el elevar como los sencillos y
los pequeños tu oración, y hacerla igual que ellos. Dios revela sus secretos a
los humildes y los pequeños.
Si piensas que rezar el “Ave María” es
una fórmula estereotipada, te pregunto: ¿Acaso dudas de decir a la persona que
amas “te quiero”, porque sea una expresión manida? No dudes en invocar a la
Madre de Jesús como lo hace la Iglesia, como lo han hecho los santos, como lo
hizo el Ángel del Señor.
Ángel Moreno de Buenafuente
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