Dios viene a
salvarnos y no encuentra mejor manera para hacerlo que caminar con nosotros,
hacer nuestra vida. En el momento de elegir el modo como hacer la vida,
no elige una gran ciudad de un gran imperio, no elige una princesa una condesa
por madre, una persona importante un palacio de lujo. Parece que todo haya sido
hecho intencionalmente casi de escondido María una joven de 16 0 17 años en una
villa perdida de las periferias del imperio romano. Ninguno conocía esa villa,
seguro. José, un joven que la amaba y quería esposarla, era un carpintero. Todo
simplicidad. Todo escondido. Y también el rechazo, porque eran novios y en una
villa así pequeña, ustedes saben cómo son las habladurías, dan vueltas. Y José
se da cuenta que ella está embarazada. Todo escondido y también con las
calumnias y las habladurías. El ángel explica a José el misterio. Ese hijo que
espera tu novia es obra del Espíritu Santo. Cuando José se despertó del sueño
hizo lo que el ángel le dijo. Pero todo escondido. Las grandes ciudades
del mundo no sabían nada.
Si tú quieres encontrar a Dios
buscalo en la humildad, en la pobreza, es donde él está escondido, en los más
necesitados, en los enfermos hambrientos, carcelados. Y Jesús cuando nos
predica la vida nos dice cómo será nuestro juicio. No dirá vení conmigo porque
hiciste tantas ofrendas a la iglesia. La entrada al cielo no se paga con
dinero. No dirá tu eres muy importante, has estudiado tanto... Los honores no
nos abren la puerta del cielo. ¿Que nos dirá Jesús para abrirnos las puertas
del cielo?: Estaba hambriento y me diste de comer y enfermo, en la cárcel y has
venido a verme.
Jesús está en la humildad. El amor de
Jesús es grande. Por esto hoy, al abrir esta puerta santa, yo quisiera que el
Espíritu Santo abriera el corazón de todos los romanos y les hiciera entender
el camino de la salvación, que no está en el lujo, no es el camino de las
grandes riquezas, no es el camino del poder, es el camino de la humildad. Los
más pobres, los enfermos, los carcelados... Pero Jesús dice aún más, los más
pecadores si se arrepienten nos precederán en el cielo. Ellos tienen la llave.
Aquel que hace la caridad y aquel que se deja abrazar de la misericordia del
Señor.
Nosotros hoy abrimos esta puerta y pedimos
dos cosas. Primero que el Señor nos abra las puertas del corazón. Todos somos
pecadores. Todos tenemos necesidad de sentir la palabra del Señor; que el Señor
venga. Y segundo, que el Señor nos haga entender que el camino de la vanidad,
de las riquezas, del orgullo no son caminos de salvación.. Que el Señor nos
haga entender que su caricia de Padre su misericordia, su perdón es cuando
nosotros nos acercamos a aquellos que sobran, a los descartados de
la sociedad. Esta puerta que es la puerta de la caridad; la puerta donde son
asistidos tantos descartados. Que nos haga entender que también seria lindo que
cada uno de nosotros, que cada uno de los romanos se sintiera descartado y
sintiera la necesidad de la ayuda de Dios. Hoy nosotros rogamos por Roma por
todos los habitantes de Roma, por todos, empezando por mí, para que el Señor
nos de la gracia de sentirnos descartados, porque no tenemos ningún mérito.
Solamente Dios nos da la misericordia, la gracia. Y para acercarnos a esa
gracia tenemos que acercarnos a los descartados, a los pobres, a los que tienen
más necesidad. Porque seremos juzgados por esta cercanía. Que el Señor hoy,
abriendo esta puerta nos de esta gracia a todos los habitantes de Roma.
Para poder recibir el abrazo de la misericordia donde el padre abraza al hijo
herido. Pero es el Padre Dios el que está herido de amor y por esto es
capaz de salvarnos a todos.
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