"En la presencia de Dios, en una
lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me
dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me
molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada?
¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?».
Cuando uno intenta escuchar al Señor,
suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o
abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el
texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que
uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de
un texto.
Otras veces pensamos que Dios nos exige
una decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar.
Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra,
pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie
comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una
respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible.
Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la
presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir
creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr."
Evangelii Gaudium (III. La lectura
espiritual)
Publicado por Reflejos de Luz
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